Capítulo 118.
Los rugidos de Randolf al sentir el sabor de su placer en sus labios solamente son el sonido que catapulta un viaje monumental de Alena donde su cuerpo se divide en dos para intentar contener el placer que la embarga.
— ¡Randolf! ¡ Oh Randolph! —grita ella, envuelta en un escalofrío monumental.
Todo su cuerpo se tensa como una cuerda hasta que explota una y otra vez hasta quedar débil y deliciosamente agotado.
Randolf la sostiene sobre el en sus brazos al mismo tiempo que sigue limpiando los jugos de su placer con la lengua.
Alena es recostada en la cama completamente saciada y con la mirada inundada de placer.
—Gracias —dice ella al mismo tiempo que acaricia un brazo fuerte y musculoso de Randolf.
Él la mira con amor, con cariño, con deseo,
—Eres y siempre serás lo único que necesite —declara Randolf, al mismo tiempo que él, completamente desnudo, se acuesta a un costado de ella
La fuerte erección, lo duro que se encontraba, era un recordatorio ante el placer que ese enorme, venoso