Maeve
La mañana era fría y la sala de entrenamiento se sentía un poco más pesada de lo habitual, o quizás era solo la atmósfera entre Liam y yo.
Estábamos a mitad de una secuencia de entrenamiento, cada uno concentrado en nuestros propios movimientos, cuando Liam decidió romper el silencio que se había instalado entre nosotros. Se detuvo, apoyando sus manos en las rodillas mientras me miraba con una sonrisa torcida, tratando de aligerar el ambiente.
—No hagamos esto incómodo, —dijo, riendo suavemente, pero su risa era forzada.
—Tienes razón, —respondí, dejando escapar una risa breve llena de sarcasmo que ayudó a disipar parte de la tensión. —Sería una lástima arruinar la buena dinámica que tenemos.
Ethan entró a la sala justo en el momento que volvíamos a la pelea. La puerta se abrió con un golpe seco que resonó en el espacio y nos hizo detenernos en seco.
No necesitaba decir una palabra; su sola entrada era suficiente para alterar el aire a su alrededor.
Nos miró a ambos, su mirada a