Capítulo 69.

El aspecto de Chase dejó mudos a todos los presentes. Habían visto a hombres masacrados, pero nunca a alguien obligado a vivir con los pies rotos, incapaz siquiera de arrastrarse.

Sus labios, con la piel cayéndose por las quemaduras maltratadas y descuidadas, eran una visión dantesca. Sus costillas, molidas a golpes, no impedían que el español fuera arrastrado con una cadena al cuello, tratado como escoria.

El sitio donde se encontraban era oscuro y húmedo, con paredes de piedra cubiertas con detalles en cada una de las columnas que sostenían el techo recubierto con figuras de oro. El aire estaba cargado de un hedor a muerte y sangre seca, haciendo que cada respiración fuera un esfuerzo. La luz provenía de una serie de bombillas parpadeantes en el techo, proyectando sombras inquietantes que parecían moverse con vida propia.

La sombría presencia del Ángel de la Muerte hizo que muchos se miraran entre sí, buscando confirmar si habían visto lo mismo. El crujido de las cadenas y los gemid
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