Mónica
Estaba profundamente dormida cuando escucho mi celular y pienso ignorarlo olímpicamente, pero la mano que rodea mi pecho desnudo se aprieta y gimo inconscientemente.
—Responde, bella puede ser urgente — su voz sale ronca por el sueño, pero a mi cuerpo no puede importarle menos el celular sonando, para calentarse no se necesita más que unas cuantas palabras del nigeriano que está a mi espalda.
Tomé la llamada justo antes de que entrara a buzón y vi que era Romina, ya de por sí es bastante extraño que llame a estas horas.
Cuando Romina me dice porque me llama sin anestesia me levanté asustada, la sábana se me enredó en las piernas cayendo estrepitosamente.
— ¡Maldición, Romina! — me quejé cuando recupere mi celular, menos mal tenía alfombra en mi cuerpo y amortiguo el golpe de mi teléfono.
—¿Estás bien, bella? — me pregunta asomándose por el borde de la cama con una sonrisa de dientes blancos perfectos.
Una vez les aseguré que estaba bien le dije a Romina que ya iba