—¡Isabella ha provocado a gente terriblemente poderosa!
Esta era también la información que su padre le había transmitido.
Carlos sintió un torrente de incredulidad.
No podía imaginar qué tipo de persona podría tener tal poder.
Frunció el ceño y luego soltó una risita burlona después de mirar a Gabriel.
¿Él?
Un don nadie, ¡una insignificancia!
¡Imposible que fuera él!
Mientras los jóvenes ricos especulaban y se movían inquietos, Isabella permanecía en el escenario, profundamente decepcionada.
No entendía por qué nadie decía nada…
Ni siquiera uno, para romper esa situación embarazosa.
—Esta es una obra maestra de la señorita Isabella, de gran valor para coleccionistas, ¿de verdad a nadie le interesa? —decía el presentador en el escenario, pero nadie le prestaba atención.
La escena se volvió aún más incómoda.
Isabella tomó una decisión drástica.
Le susurró algo al presentador.
—¡Quien adquiera hoy una obra de la señorita Isabella a un alto precio, tendrá la oportunidad de cenar con ella!