Gritos ensordecedores se escuchaban de una mujer que era arrastrada por unos hombres fuertemente armados, quienes la llevaban a lo que sería su destino final. En un edificio que parecía viejo, con paredes descascaradas, dos hombres y dos mujeres con batas de hospital esperaban en la puerta de entrada del lugar. Sus rostros completamente inexpresivos parecían ser el preludio de una vida llena de sufrimientos.
Malina seguía gritando, amenazando con acabar con la vida de aquellos que la estaban arrastrando, pero no había respuesta alguna de ninguno de los que estaban allí. A las batas blancas poco les importaba quién fuera ella, solo sabían que era una persona malvada que había causado daño y lo peor de todo, que había hecho enfadar a su jefe, y nadie se atrevería jamás a ir en contra de las decisiones de su dueño.
_ El señor quiere que le den a esta mujer su trato más especial _ dijo uno de los hombres con gran cinismo, mismo que no fue captado por la mujer que de inmediato sonrió pensa