Adriana buscó arriba y abajo, pero no encontró rastro de Roxana en ninguna parte. Al levantar la mirada, vio a Alejandra sonriendo desde la barandilla del segundo piso. Cuanto más se preocupaba Adriana, más complacida se sentía Alejandra.
—¡Llama a la policía y que te ayuden a buscar!— dijo Alejandra de manera arrogante, con una tonalidad burlona y desafiante.
Adriana sabía que Alejandra tenía la confianza para comportarse de esa manera. Si bien Roxana llevaba desaparecida solo unos minutos, llamar a la policía podría no ser suficiente. Aunque encontraran a un policía intrépido, superar todas las barreras y revisar los Cruz llevaría tiempo.
Alejandra no mataría a Roxana, pero tampoco le haría la vida fácil. Adriana se calmó y salió de la vista de Alejandra.
Fuera del alcance de la mirada de Alejandra, Adriana no dudó y llamó a Víctor.
—¿Hola?
—Víctor, soy yo, Adriana.
—Señora, ¿hay algún problema?
—Mi amiga desapareció en los Cruz. ¿Puedes traer a tu gente aquí?
—Claro.
Víctor aceptó s