Ya había pasado una larga semana en la que, tanto Jolie como Darius se dedicaban a ignorarse lo más que pudiesen. Si coincidían en algún lugar de la casa, hacían de cuenta que el otro no existía y evitaban a toda costa quedarse solos. Hablaban lo necesario sobre Loana y sus necesidades, de resto, vivir bajo un mismo techo era por de más de incómodo, demasiado invasivo y confuso.
Jolie estaba sentada en la oficina de mal humor, cansada y estresada. Seguía trabajando en los tres casos, pero solo uno de ellos se estaba convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza y le estaba dando más trabajo del que había supuesto. Además de eso, su jefe había vuelto a rechazar su carta de renuncia y Darius le había preguntado la noche anterior cuándo regresaban a Londres.
Soltó un sonoro suspiro, apartando la vista de su computador y descansado la frente sobre su escritorio. La cabeza le palpitaba, de momento sin saber qué más hacer para cerrar el caso de la Sra. Hamilton, que cada día parecía complica