Desierto de Rosas (libro 1) Saga Desierto de Rosas
Desierto de Rosas (libro 1) Saga Desierto de Rosas
Por: S.PamelaT.Beltrán
Prólogo

Es una mañana linda de primavera, el sol brilla mientras me arreglo para un nuevo trabajo, después de grandes avances en la academia de policías y al salir con honores me pasaron directamente a las Fuerzas especiales en Denver Colorado. Al terminar con los últimos detalles de mi arreglo, doy un último vistazo sonriendo, ¡será un gran día!

Van dando las nueve de la mañana y salgo para entrevistarme con el que será mi jefe, el Capitán Joe Benz del distrito 8. Me encuentro un poco nerviosa pero trabajé mucho para este puesto y quiero hacerlo bien desde el comienzo.

A llegar me encuentro con una muchacha morena sentada en un escritorio:

- Buenos días, estoy buscando al Capitán Joe Benz, me llamo Darla Burkley

- Sí - se pone de pié y sonríe - iré a avisarle.

- Gracias.

- Mi nombre es Judy - responde amablemente bordeando su escritorio.

- Mucho gusto - respondo sonriente.

- ¿Eres la nueva? ¿verdad?

- Si, se podría decir que "soy la nueva"

- Me alegro en conocerte - responde caminando hasta una puerta me hace un gesto con la mano para indicarme que espere.

Me acomodo en el asiento mientras observo el espacio, me parece acogedor, al frente existen seis oficinas una al lado de la otra, y afuera varios escritorios, es una oficina bastante movida, todos charlan animados, no parece una estación policiaca, normalmente son más serias.

Mis pensamientos son cortados por Judy.

- ¡El capitán te espera en su oficina! -exclama con una sonrisa en los labios.

- Muchas gracias - respondo poniéndome de pié, camino a su lado hasta la oficina que queda al final de un pasillo. Doy dos golpes a la puerta, escucho la voz del capitán, autoritaria y gruesa y entro.

- Buenos días capitán Benz, soy Darla Burkley - saludo con la mayor seguridad que puedo demostrar.

- Buenos días señorita Burkley me hablaron mucho de usted y de sus habilidades - invita a sentarme mientras me observa analíticamente.

- Gracias señor estoy feliz de haber entrado.

- Solo recibo al mejor elemento en mis filas Darla, si usted no era capaz nunca la hubiera invitado a formar parte del mismo.

- Gracias señor.

- De ahora en adelante usted es una de nosotros, aquí tengo preparado -me pasa una caja- su arma de reglamento y su placa, detective Burkley

- Gracias Señor

- No señor, Capitán Benz o solo capi como me llaman mis muchachos - comenta sonriente es agradable, le hago 40 años, simpático aunque estoy segura que es muy autoritario.

-¡Judy! -grita

- ¿Sí, capi? - Pregunta metiendo la cabeza por la puerta.

- Muéstrale las instalaciones, su despacho, a los muchachos y a trabajar las dos que los casos no se resuelven solos.

- Si, Capitán.

Judy sonríe al salir y pregunta - ¿te asustó? Puede ser muy intimidante

- No para nada, se nota que es una buena persona

- Si, lo es - me lleva a uno de los escritorios - este es el despacho de Jake Johnson, ah mira está con Ricardo Engels, son nuestros compañeros.

Observó por la puerta que tiene una ventana hay dos muchachos de unos 30 y tantos, uno de ellos sentado en el escritorio buscando papeles y el otro parado revisando otros, él que está sentado en el escritorio es de cabello castaño ojos oscuros bastante simpático, el otro es de ojos claros, blancon, labios carnosos y una sonrisa cautivadora, Judy abre la puerta, los dos paran de hablar levantan la cabeza y nos miran expectantes.

- Hola Judy- saluda el del escritorio con una sonrisa.

- Jake, Ricardo... ella es Darla Burkley nuestra nueva compañera de trabajo.

- Mucho gusto - saluda Jake.

- Igualmente - respondo sonrojada, cuando miro en dirección a Ricardo Engels, sus ojos color miel, me fulminan, sinceramente me da escalofríos.

- ¡Mucho gusto, Darla! - exclama acercándose y estirándome su mano.

- Igualmente - le doy mi mano y la energía de todo el despacho cambia.

Al contacto de su piel mi energía, mi sangre todo mi cuerpo cambia, es una sensación tan agradable que hace un tiempo no sentí, me suelta la mano pero el ambiente no se va, es como si estuviéramos en una burbuja y nuestra energía se condensara. Me sonrojo no puedo mantener la mirada, no puedo demostrar esta alteración, me repito una y otra vez, no escuchó nada más que mis pensamientos y en mi mente solo se dibujan esos hermosos ojos miel y esa sonrisa cautivadora,esos pensamientos son interrumpidos por un grito que sale de afuera del despacho.

- ¡Jake, Judy! ¿Donde demonios están?.

- ¡El capitán! - Exclaman nerviosos - algo hicimos...

- ...Mejor vamos porque si no terminamos castigados... - comenta Jake colocándose de pie y toma a Judy de la mano.

- ¡...Al archivo! - exclaman y salen disparados de la oficina.

La verdad es que no sé que hacer estoy en frente de un hombre despampanante y me quedo petrificada, lo observo de reojo, es bastante guapo mientras mira distraído un archivo o eso es lo que pienso porque da la vuelta y su mirada se posa en mí.

- Darla ¿verdad?

- Si - se acerca a mí sé que me volví a sonrojar, por ende intento bajar la mirada.

- Mírame, ¿Porque bajas la mirada, eres tímida? - pregunta despreocupado.

- Creyeras, que no... - respondo rápidamente.

- Entonces ¿por qué no me miras? - pregunta tomándome de la barbilla para que lo mire- tienes unos ojos muy bonitos, Burkley

- Gracias - esbozo una sonrisa.

- Yo te llevo a conocer las instalaciones, estoy en mi día libre,  así que no tengo nada que hacer - exclama tomando mi mano - ven.

- Ok -  respondo mientras salimos del despacho de Jake.

- ¿Así que estás en tu día libre? - pregunto mientras camino a su lado.

- Sí, - responde mirándome sonriente-  pero...me alegro haber venido.

- Y eso del castigo, ¿a qué se refieren?

- Ahhh, te muestro...el capitán, como ya viste,  es muy estricto y no le gusta la indisciplina - llegamos a una puerta blanca al final del pasillo- bienvenida a nuestro castigo - exclama abriendo la puerta.

Miro adentro, es el sótano con un montón de archivos, algunos en anaqueles otros botados descuidadamente.

- Este es un desorden - musito

- Pues sí, tenemos que arreglar este archivo cuando cometemos alguna falta... Es nuestro castigo.

Empezamos a bajar las gradas pero piso mal por la limitada luz del lugar y caigo, Ricardo me agarra rápidamente, quedamos frente a frente, un aire extraño aparece entre nosotros, me observa lo observo, él da un largo suspiro y me besa, buscando mi lengua apresuradamente,  al comienzo me niego pero las fuerzas me abandonan y permito que su lengua explore mi boca, sus brazos me aprietan con fuerza, su mano empieza a bajar hasta mi trasero y lo aprieta contra él, ¿me estoy dejando llevar por un muchacho que recién conozco?, esto no está bien, así que pongo un alto a su desenfrenada pasión.

- ¡No! - exclamo mientras lo empujo - Esto no tiene que volver a pasar...- chillo y  subo las escaleras rápidamente, sé que se quedó en las gradas sin comprender que pasó.

Camino hasta uno de los despachos donde encuentro a Judy y Jake.

- ¿Dónde estabas? - pregunta Judy ni bien me ve entrar.

- Con Ricardo - respondo nerviosa - me mostraba el sótano.

- Ah la sala de castigos - comenta sonriendo burlona - nadie quiere estar ahí, ¿te mostró tu despacho?

- Si, lo hizo.

- Que bueno...tenemos que ir a la sala de reuniones, hay un nuevo caso.

- Está bien - respondo intentando volver a mi centro, camino con ellos hasta la sala de reuniones donde nos espera el Capitán ni bien nos acomodamos él empieza a dar instrucciones sobre el nuevo caso, esta vez intento concentrarme en mi trabajo, no quiero pensar en el beso o pensar en Ricardo Engels.

****

Pasan los días rápidamente, empieza mi rutina,  del trabajo a la casa y viceversa, cada vez que me encuentro en alguna reunión o en el despacho con Ricardo intento escapar lo más pronto posible, sé que él quiere hablar conmigo pero yo no quiero hablar con él, me sigo preguntando ¿por qué acepté ese beso? Me toco los labios, todavía lo saboreo y ese sabor me gusta.

- Hola Darla - Judy entra a mi despacho.

- Hola Judy ¿Que me tienes?

- Nuevo caso - me pasa unos papeles - debemos hablar con el capitán.

- Esta bien - me pongo de pie y camino con ella hasta el despacho, ni bien entramos unos ojos miel me miran, me calan los huesos y un escalofrió congela mi cuerpo, me relamo la boca, la siento seca, recuerdo el beso, ¿qué me pasa?

- Los he llamado a los cuatro porque necesito que mi mejor elemento siga este caso, esta es una banda de narcotraficantes, hemos descubierto donde hacen las entregas de la droga a los dilers, quiero que ustedes monten una guardia las veinticuatro horas del día hasta que puedan conseguir fotos y pruebas de sus actividades, se dividirán en dos grupos, Darla con Ricardo y Jake con Judy.

Abro los ojos sorprendida, se me hace un hoyo en el estómago, doce horas en un auto con Ricardo, tengo ganas de salir del despacho del capitán, esto no es normal, me estoy enamorando de estos ojos miel, de esa tez canela, de esos labios carnosos, reprimo mi pensamiento, ¡eso es imposible!

- Primera guardia Jake y Judy a las 3 de la mañana cambian ...- ordena - ahora vayan, a las 48 horas quiero que los tengan en la cárcel y con las pruebas en las manos.

- ¡Sí, Capitán! - respondemos los cuatro y salimos del despacho.

- Darla ve a dormir - comenta Judy - será una noche muy pesada, tienes que tener el cuerpo bien despierto esta noche.

- Te aseguro que lo tendré- pero no por los narcos, miro a Ricardo, el charla con Jake,  sus ojos miel me miran de reojo.

-  Nos vemos esta noche.

- ¡Ah, no se olviden de traernos un termo de café por lo menos! - exclama Jake

- Ok, no te preocupes - responde Ricardo tomándome de la mano, me dirige hasta la calle.

- ¡Compañeros! - exclama burlón-  después de que huiste de mi toda la semana.

- No...esta bien - respondo con torpeza.

- ¿Qué, no está bien Darla? No soy un violador, ni tampoco un abusador sé que te sabes defender y muy bien, leí tu expediente.

- No, es eso, es qué...- muerdo mi labio inferior.

- Ok, no voy a hacer nada que tu no quieras, si no sientes la energía que yo siento cuando estamos cerca, muy bien, compañeros seremos y punto, te llevo a tu departamento, te dejo allá y te recojo a las 2:30.

- Ok.

Después de esa conversación, Ricardo no me dirigió la palabra en todo el transcurso de tiempo que estuvimos en el auto, ¡estúpida!, me repito una y otra vez, pero es mejor así, no puedo, ni debo salir con él.

A las 2:30, Ricardo está en la puerta de mi casa, salgo con mi chamarra de cuero y mis pantalones ajustados con zapatos bajos y dos termos de café, Ricardo sale del auto y me abre la puerta del pasajero.

- ¿Darla te puedo preguntar algo? - pregunta ni bien me acomodo en el asiento del copiloto.

- Sí, claro.

- ¿Donde guardas tu arma en esos pantalones?

Me levanto la chamarra para mostrar que mi arma está bien enganchada en mi cinturón.

- Quería tan solo romper el hielo, muñeca.

- No me digas muñeca... - refunfuño fulminandolo con la mirada.

- Ok, preciosa...

-... Tampoco preciosa...- vuelvo a responder con el ceño fruncido.

- Está bien, no te sulfures... Burkley- termina chillando.

Parte el auto mientras me limito a observar las calles vacías con las luces como única compañía, noche cálida en Colorado, la verdad es que no pude dormir muy bien así que el sueño me gana.

- Darla, despierta - susurra Ricardo en mi oído y la electricidad pasa por mi columna hasta la punta de mis pies, lo miro un poco asustada- ya llegamos,  hay que cambiar de auto para que no nos reconozcan, aunque Jake dice que estamos bien ubicados que no se dieron cuenta de nuestra presencia.

- Ok - me desperezo - voy ahora.

Salgo del auto, estoy todavía medio dormida, siento la mano de Ricardo en la mía su contacto hace que mi cuerpo entero sienta una carga eléctrica de principio a fin, ¡que demonios me pasa!, ¡concéntrate Darla! Relamo mis labios para volver a mi centro.

- Vuélvelo a hacer - ordenan los ojos miel.

- ¿Perdón? - pregunto sin comprender el pedido.

- Lámete los labios - me mira intensamente, sus ojos miel brillan en la noche - hazlo, por favor

- ¿Porque? - pregunto confundida.

- Es tan solo que esos labios hay que saborearlos como tú lo haces - comenta extasiado.

No respondo, intento olvidar su comentario sacando un cigarro de mi cajetilla.

- Bueno, ¿no sabía que fumaras?

- Si lo hago, ¿quieres? - pregunto sacando el encendedor.

- Ok. - responde sacando otro - Gracias...uno no hace daño.

Mientras fumo, no puedo evitar pensar en esa locura que me pidió, en serio que Ricardo está loco, esto no debe ser y no será.

- Los narcos Darla - exclama mirando atentamente por la ventana - ¿tienes la cámara?

- Si - tomo la cámara, la preparo y empiezo a sacar fotos de los desembarcos que hacen dentro la bodega.

- Mira - exclama con más atención - es el Jefe Dorian Braun lo queremos atrapar hace tiempo, si lo conseguimos seremos héroes Darla, al maldito lo buscan en 5 estados por narcotráfico y siempre sale libre.

- Espera - conecto el zoom al 100%  para tener prueba fehaciente de que está acá - esta vez no sé nos escapa.

- ¿Crees que logremos esta vez atraparlos? Siempre se salen con la suya.

- Por supuesto, tenemos pruebas- respondo revisando las fotos.

- Darla tenemos pruebas de los desembarcos, - comenta frustrado- no de lo que contienen, si ellos lo camuflan estamos en la vía.

- Mientras no nos vean estará todo allá.

- Mañana los haremos morder polvo.

- Si, lo sé - sonríe mostrando sus dientes perfectos, otra vez el auto se ilumina, esto no está bien si sigue así me rendiré a sus encantos, esos ojos miel me embrujan, me hechizan.

- ¿De dónde eres?

- De Buffalo, mis padres y hermanas viven allá, entre a la academia en Colorado y me quedé acá ¿Y tú?

-   Nací en Alemania del norte, soy judío, después de la caída del Muro de Berlín mis padres se fueron a Jerusalén con mis hermanos...

- ¿Cuantos hermanos tienes?

- Tengo cinco...

- Wow ¿eres el sexto?

- No, soy el primero.

- Tengo una hermana, mis hermanas  gemelas y dos hermanos menores  que también son gemelos.

- Tienes una familia numerosa.

- Pues si - saca el humo del cigarro - me vine a demostrarme a mí mismo que era capaz de seguir adelante y de demostrar que puedo hacer lo que todos dudaban que haría.

- Pero en Israel tienen un gran ejercito.

- Si, pero no me aceptaron.

- ¿Por qué? Estas en gran forma.

- No hagas preguntas que no voy a responder - responde torpemente ¿Qué? ¿Por qué no me la responde? Es solo una pregunta, lo miro enojada - No me mires así, tu pusiste los limites, desde el primer día.

- ¿Que tiene que ver eso?

- Que no te contaré nada, porque no somos nada.

- No te entiendo, estábamos hablando muy bien. Solo te quiero conocer.

- Ya conoces lo suficiente de mi.

- Ok, no pregunto más - el silencio inunda todo el auto, me doy la vuelta cuando la acción de desembarco termina,  guardo la cámara para que no se descargue la batería y enciendo otro cigarro observando por  la ventana, ¿Quién lo entiende? Ojos miel estás loco.

A las doce horas aparecen Jake y Judy.

- Chicos, ¿listos para rotar?

- Si, esto es cansador, volvemos esta noche a las 9 para trazar la redada.

- Ok Ricardo, vayan a comer algo se ven destrozados - comenta Judy burlona mientras nos ve salir del auto, me desperezó.

-¡Muy graciosa! - exclamo sonriendo, me despido y me dirijo al auto de Ricardo, decidimos ir a comer antes de ir a descansar.

- ¿Qué deseas tomar o comer? - pregunta mientras entramos a una cafetería.

- Un sándwich de jamón y queso y un vaso de algo fuerte.

- Ok Darla, conozco el lugar perfecto para que comamos algo liviano y tomemos algo fuerte - sonríe graciosamente.

- ¿Puedo preguntarte algo? - insisto, quiero saber que pasa.

- Claro, ¿dime?

- ¿Por qué no me quisiste responder lo del ejército de Israel?

- Porque no es de algo que te interesa.

- Ok...No vuelvo a preguntar - respondo molesta.

- Darla, luché mucho para llegar acá y estar donde estoy es lo único que importa.

Y así dio por zanjada nuestra conversación, nos quedamos en silencio, ¡que demonios!, tiene razón, a mí que me interesa su vida.

Llegamos a un bar tipo irlandés, Ricardo pide dos cervezas, y dos sándwiches, seguíamos en silencio, nadie habla hasta que saco un cigarro para relajarme.

- Fumas mucho ¿eh?

- No es algo que interesa ¿verdad?

- Ok. Me lo merezco, disculpa no me gusta contar mi vida.

- Ok. Tampoco yo debo preguntar, tendrás tus razones.

- Pues si.

En esos momentos el mesero llega con nuestro pedido, comemos en silencio escuchando un poco de música y al terminar salimos directo al automóvil, Ricardo me lleva hasta mi casa.

- Está en su casa, Srta. Burkley

- Gracias Ricardo - tomo mis cosas pero Ricardo me toma del brazo, jalándome me roba un beso pasajero que despierta todos mis sentidos, es un beso fugaz porque me suelto de su mano y salgo disparada hacia la puerta de mi casa.

- Te recojo, a las ocho - grita y enciende el motor.

Abro la puerta de mi casa, me quedo atrás de la puerta acariciando mis labios por enésima vez me los lamo para saborear ese intenso y delicioso sabor.

¿Que me pasa no puedo dormir?, se supone que hoy tengo que estar bien descansada, doy vueltas en mi cama pensando y pensando en su boca, en sus besos, me estremezco, ha pasado un buen tiempo que estoy soltera y no quiero meter la pata con otro idiota, además en la Fuerza Especial no  permite relacionarse con los compañeros, estaría cometiendo una infracción que podría costarme el trabajo.

No puedo pensar en él y tampoco puedo pensar en algo con él.

A las ocho, Ricardo está en la puerta de mi casa, listo para la acción, las 48 horas de plazo han terminado y tenemos que meter presos a algunos narcos y si tenemos las pruebas suficientes a un capo.

Salgo con el pantalón negro ajustado, polera blanca, chaleco antibalas negro y con mi arma de reglamento.

Ricardo se queda boquiabierto...

- Hola

- No volveré a repetir el chiste de ayer - sonríe - ¿estas yendo a una redada o a un desfile de modas?

- Muy gracioso - comento sin darle importancia-  estoy llevando lo necesario para la redada

- Pero estas despampanante, bueno debe ser algo natural en ti - otra vez sonríe y sus ojos miel brillan.

- Ok. - me ruborizo y bajo la mirada, ¿que me pasa? yo no soy así, unos minutos después me compongo, es suficiente, debo estar concentrada.

Llegamos a la hora señalada Jake y Judy ya están listos, nos sentamos en la parte de atrás del auto de Jake para hablar un momento de la vigilancia.

- Ok chicos, el equipo SWAT ya está en el techo del edificio - comenta Jake- ni bien nos dan la señal, nosotros entraremos por la puerta, el capo y todos los narcos están dentro, no salieron hasta ahora ¿ Están listos?

- Si - respondo un poco ansiosa, Ricardo al verme así me toma de la mano.

- Es tu primera vez, tranquila respira profundo, haz que la adrenalina corra por todo tu cuerpo y úsala - sonríe y me mira con esos ojos color miel - tranquila, yo te cubro.

Ni bien me dice eso salimos del auto y nos preparamos para entrar en acción, unos minutos después comenzamos el operativo, todo pasa tan rápido, la balacera de los dos lados, me veo disparando e hiriendo a los que nos disparan hasta que logramos con el equipo SWAT detener a todos.

Cuando todo termina, Ricardo rompe una caja de madera, encuentra varias esculturas de estuco, "¿serán de estuco?" me pregunto. Ricardo rompe una de las esculturas pensando que habrá algo adentro y no encuentra nada, mientras el capo sonríe maliciosamente ¡mierda, se nos va a escapar otra vez! Aunque tengo una idea, me pongo de pie y camino hacia Ricardo.

- Espera ¿y si esto no es estuco? - levanto el polvo de las esculturas.

- Buena idea, Darla - responde emocionado.

Saca los químicos para verificar drogas coloca un poco en un frasco y un poco del polvo de estuco después se torna de color azul.

- ¿Ahora quien se ríe? - pregunta mirando desafiante al jefe - te vamos a fundir desgraciado, te voy a m****r muy dentro de la cárcel y voy a botar lejos esa llave para que nunca salgas, ¡llévenselo!

El equipo SWAT se los lleva, después subimos al auto de Ricardo, estamos cansados pero orgullosos de nuestro deber cumplido, después de dejar a los muchachos en sus casas, Ricardo me lleva a la mía.

- Bueno, acá estamos.

- Gracias Ricardo, Hasta mañana

- Hasta mañana, Darla

Pero esa extraña atmósfera no deja irme, lo miro fijamente y no puedo huir de esos ojos miel que me fulminan, después de unos momentos nos vemos más fijamente, nos acercamos hasta que Ricardo me besa, su boca toca la mía, su lengua busca camino a la mía, es un beso interminable, hasta un momento en que me suelto, mi cerebro y mi boca no coordinan.

- ¿Quieres entrar? - pregunto entre jadeos, vuelvo a besarlo.

- Sí, quiero entrar - responde sin soltar mis labios.

Salimos del auto, nos paramos en frente de la puerta, nos volvemos a mirar, vuelvo a aceptar sus besos desesperados llenos de pasión, él me acerca más a su cuerpo y siento como esta excitado. Entre jadeos, replico.

- La llave...

-¡...Abre, de una vez! - exclama mientras me sigue besando.

Por fin encuentro las llaves, nuestros labios siguen pegados, nuestros brazos en un interminable abrazo, me pongo de espaldas para abrir la puerta y Ricardo baja las manos hasta mi trasero, me excita sigue besándome el cuello, abro la puerta y me da vuelta me vuelve a mirar y vuelve a besarme buscando mi lengua, llegamos al sofá, ahí me acomoda,  empieza a subir su mano por mis senos acariciándolos y besándome, mi cerebro ya no funciona,  solo es él sus manos y sus labios, hasta que me entra un momento de lucidez ¿¡Que demonios estoy haciendo!? y lo empujo torpemente.

- ¡¿Qué te pasa?! - pregunta con el ceño fruncido.

- Esto no puede pasar, Ricardo, no podemos hacer esto.- respondo terminante.

- Pero...

- No, esto no va a pasar nunca, por favor vete.

- ¡Bah, estás loca! - chilla molesto- me largo de aquí.

Cuando se va, hago recuento de los daños, quizás hice bien pero eso no quiere decir que no duela.

A la mañana siguiente sin haber dormido y con los ojos un poco hinchados, salgo de la casa con lentes obscuros, una camisa azul y un pantalón apretó negro me dirijo a la jefatura, al entrar me encuentro con Judy.

- Darla, ¿qué pasó anoche? - pregunta preocupada.

- Nada Judy ¿Por?

- Ricardo esta muy molesto, se entró a su oficina como un demonio...

- No pasó nada, Judy.  - respondo sin darle importancia - Voy a mi oficina.

¡Qué demonios! esta furia conmigo, prefiero no acercarme a él por un tiempo, es mejor para los dos.

Tengo que hacer el papeleo del arresto de anoche, me encerré en mi despacho hasta la hora de la salida para no toparme con Ricardo.

Cuando salgo al parqueo me encuentro con él, está fumando un cigarro, me ve, apaga el cigarro y se entra a su automóvil sin dirigirme la palabra.

Ni modo, lo arruine, es mejor así.

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