Kael
El peso de la victoria es más pesado de lo que había imaginado. No es una ligereza de triunfo la que siento, sino una pesadez, como si cada latido de mi corazón me recordara que nunca se trata simplemente de una victoria. Cada pérdida, cada instante de dolor, ha dejado su eco en nosotros. Hemos encontrado a Yvi, sí. Pero, ¿a qué precio? El rostro de Soren es impasible, sus ojos de acero escrutando el horizonte, como si esperara el próximo golpe. Lyam, a mi lado, parece más ligero. Tal vez porque ve lo que yo aún no veo. Cree que la batalla ha terminado. Yo sé que siempre hay un último sacrificio que nos espera.
Levanto la vista hacia el horizonte, donde las sombras se funden en la luz naciente. El amanecer es aún un espejismo, una promesa lejana. La guerra nos cambia. Nunca nos deja intactos.
— Kael, di algo, murmura Lyam, la voz quebrada por la tensión que finalmente se desmorona. ¿Se acabó, no?
Lo miro. Sus ojos, a pesar de ser duros y listos para el combate, traicionan una vul