QUEDANDO SOLA

Oliver por fin pudo ponerse en contacto con una de sus hermanas, estaba tan preocupado que no le puso cuidado a una punzada que le dolía en el pecho.  Al escuchar la voz de su hermana se alegró de que por fin cayera la llamada.

—¿Qué quieres? Habla que no tengo mucho tiempo, estoy por irme al Spa.

—Hermana, he tratado de llamar a mi cuñado y mi hermana y ninguno me contesta, no sé qué les está pasando.

—¡Ah! Ellos se fueron del país por motivo de vacaciones, ahora viven en Europa, es que acaso no te dijeron nada. Hermano, estás muy alejado de la familia que no sabes nada de nosotros.

—No lo sabía. ¿Cuándo se fueron? — el dolor aumento. 

—Hace unas semanas se fueron, no se dé donde agarraron dinero, porque para esos lujos hay que gastar mucho billete.

Oliver, escucha la voz de su hermana muy lejos, no puede creer lo que está escuchando, colgó la llamada y con ayuda del empleado, quien lo ayudo a subirse al auto, condujo despacio hasta su casa. El dolor cada minuto era insoportable, con dificultad condujo su auto, al llegar a la casa sé mal estaciono y se bajó con dificultad, camino despacio, abrió la puerta y solamente miro a su hija quien barría la casa, él alcanzó a decir su nombre y cayó al suelo.

— Sara…

—¡¡Papá, papá que te ocurre!! Francisca corre y llama al médico de mi padre, dile que tiene que venir lo más pronto que pueda, no se ve nada bien. —al ver a su padre desplomarse, soltó la escoba y corrió hacia él.

—Si mi pequeña, enseguida le marco. —la empleada corre y con nerviosismo coge el teléfono y llama al médico.

Sara, como pudo llevó a su padre a la recámara, se lo puso en la espalda con la ayuda de su empleada, así lo pudo trasladar hasta la habitación de él y acostarlo, uso alcohol para reanimarlo, pero nada le funciona, una hora después entro el médico, les pidió que salieran para atenderlo. Se disculpó por el atraso, pero tenía otra emergencia.

—¡Por favor esperen afuera!

—Sí, cualquier cosa estaré tras la puerta. ¡Sálvelo doctor!

—Lo revisaré, haré todo lo que esté en mis manos.

Sara sentía que el mundo se le venía abajo, no podía creer que su padre estuviera enfermo, porque no encontraba otra explicación, espero con impaciencia, cuando por fin salió el médico, quien aparte de ser su médico era su amigo de años.

—¡Lo siento mucho! —su rostro entristecido.

—¿Qué tiene mi padre, como está él? ¿Por qué me dice eso?

—Su padre ha fallecido, no pude hacer nada, le dije muchas veces que se cuidara, que no tuviera emociones fuertes, al parecer no me hizo caso, lo lamento no pude hacer nada, su corazón no resistió más.

—¿Qué está diciendo? ¡Mi padre ya estaba enfermo!

—¿No lo sabías? ¿Acaso nunca te menciono el problema en su corazón?

—No, nunca me lo dijo, como es esto posible, mi padre, mi pobre padre…

Sara cayó de rodillas al suelo, esas palabras retumbaban en su cabeza “Mi padre falleció” lloro amargamente, como nunca vio signos del estado grave de su padre, que todo este tiempo él estaba enfermo, maldecía su egoísmo, porque ella solamente pensaba en ella misma, nunca recapacitó en él, se reprochaba todo eso sintiéndose culpable. 

El médico le explico la condición que él tenía y se puso a la orden de ella, él haría los trámites del entierro, después de todo era su amigo el que ha muerto, Sara no dejaba de llorar, el velorio se llevó a cabo en el pueblo, no podían faltar sus familiares, las que no dejaron de escupir su odio.

—Todo es tu culpa, esto es lo que ocasionaste. M*****a la hora en que llegaste a nuestra familia.

—Yo no lo sabía. Nunca me dijo que estaba enfermo.

—No te hagas la inocente, traer a mi hermano a este pueblo de quinta donde no hay hospitales y todo por tu egoísmo, te hubieras largado hace mucho, de seguro ambos estuvieran vivos. —Sara se sentía más culpable, al oír cómo toda la familia la señalaba.

Ella se quedó tirada en la lápida llorando, el entierro fue junto a su esposa, no podía creer que su padre y su madre ya no estaban con ella, la empleada la acompaño un momento. Francisca la quiso levantar para que se fueran a la casa nuevamente, la joven estaba tiesa, no la pudo mover, ella no quiso moverse, no quería separarse de ellos. Hoy se encuentra completamente sola, su mundo se le ha venido abajo, aún no conceptuaba que sus padres están bajo tierra, dejándola huérfana y desamparada. 

—Corazón, levántate, es hora de irnos, quiere llover.

—No me quiero ir, ellos están aquí, no me quiero separar de mis padres.

—Se va a enfermar, es mejor irnos.

Fueron horas de llorar, hasta que las lágrimas se le secaron, la empleada aprovecho, la levanto para llevársela a casa, Sara no podía conllevar lo sola que está ahora, los días han pasado y ella sigue encerrada en su habitación sin comer nada, eso la hizo adelgazar unos kilos. Francisca ha luchado para que ella coma algo, no es de una talla delgada, pero ahora sin probar alimentos su cuerpo se ve más flácido.

—Hija, come algo, mírate cómo estás, vas a enfermar.

—No quiero comer, no quiero nada, me quiero morir, e irme con mis padres.

—No digas eso, a tu padre no le gustaría escucharte hablar así.

—Francisca, que será de mí, no sé qué hacer, estoy sola en este mundo.

—No digas eso, me tienes a mí, jamás te dejaré sola, apoyaré todo lo que quieras hacer, tu padre te cuidará desde el cielo.

—Francisca, lo extraño, mucho, ¿Por qué me dejo?, ¿Por qué me oculto, su enfermedad?

—Ya cariño, come algo, él ha de haber tenido sus razones, no juzgues a un muerto, al comer tendrás fuerzas y pensarás mejor.

La empleada la convenció de comer, quien después de un rato acepto comer, su mirada perdida y sin saber qué hacer, su cabeza hecha todo un caos, sin familia con quien contar. Los días fueron pasando y cada día Sara se preguntaba qué hará para sobrevivir, por lo menos su padre le dio un nuevo comienzo al mudarse lejos de su familia, quienes la desprecian, con ayuda del doctor. Averiguo que la empresa de su padre quebró y el banco vendió todo para pagar a los trabajadores, en estos momentos solo contaba con la casa.

—Francisca, hoy iré a buscar trabajo al pueblo, nuestra despensa está a punto de agotarse, además tenemos que pagar el agua y la luz, no puedo tirarme a la perdición, juro que conservaré esta casa, cueste lo que cueste, ya que es lo único que me conecta a mi padre.

—Hija, así se habla, primero Dios encuentres algo, al regresar te tendré una rica comida.

—Eso no me gustaría, gracias, nana, mi padre se esforzó por todo esto, me gustaría mantenerlo intacto, como si él nunca se hubiera ido, y sentir que todavía él esté aquí con nosotras.

—Tienes razón, estoy contigo cariño, vale más que solo somos nosotras dos, no hay que pagar empleados, porque ese sí sería un problema.

—Deséame suerte. Sé que encontraré trabajo

Sara salió con una mente positiva de su casa, con ganas de seguir adelante y con una nueva mentalidad, era momento de vivir, se imaginó todo fácil en su mente, pero todo fue desapareciendo. Ella entró en cada negocio del pueblo presentándose y solicitando empleo, al que fue rechazada constantemente, una tristeza, la inundo, no es tan fácil como ella pensaba. Caminó sin sentido por las calles del pueblo, ya había tocado todas las puertas de los pocos negocios que existían ahí y todos han tenido la misma respuesta, «No hay trabajo».  

Se paró frente a una casa que la estaban demoliendo, de esa manera se sentía, derrumbándose por dentro, observo a un hombre con un casco blanco, él estaba hablando por celular, quien no se percató que una volqueta va directa a él, va en retroceso cargado de arena. Sara le grito que se quitara, le hacía señas, pero nadie la escuchaba gracias al ruido de la maquinaria del sitio, la voz de ella era enmudecida.

—¡Cuidado! —Grito y corrió hacia el hombre, quien está de espaldas, sin percatarse del peligro.

Sara corrió lo más rápido que pudo y no supo de donde saco fuerzas, pero empujo al hombre con su cuerpo, cayendo ambos aún lado, pasando la volqueta muy cerca de ellos. Su cuerpo encima del cuerpo de él, quien la miro por unos momentos de confusión.

—¡Qué demonios! ¿Qué te pasa? ¿Es que acaso eres ciega?

—Eso debería decirlo yo, casi te mata esa volqueta, eres muy distraído, es que acaso no sabes que cuando se trabaja no se habla por celular.

El hombre miró atrás de él y en efecto la volqueta paso por donde él está parado, miro a la joven quien lo acaba de salvar, se levantó y la ayudo a ella a ponerse de pie, quien presentaba un raspón en su pierna y su brazo.

—¡Estás herida! Vamos a mi oficina a curarte.

—Eso no es nada, solo tenga más cuidado la próxima vez, nos vemos.

Sara se retiró, aquel hombre no dejo de verla hasta que se perdió de vista, al llegar a casa, Francisca salió a su encuentro, pero en cuanto la vio sucia y con un raspón en su pierna y brazo, se preocupó, su rostro de alegría se esfumó.

—¡Que te paso mi amor! Mírate lo sucia que estás y ¿esas heridas en donde te las has hecho?

—No es nada, solamente me caí, ya sabes lo distraída que soy. No mire la piedra que me sirvió de tropiezo.

—Me asustaste, pensé que algo malo te había pasado. —Sara la abrazo y beso su frente.

—Que haría sin ti, eres lo único que me queda. Muchas gracias por haberte quedado conmigo.

—No hables así mi amor, ahora ve a cambiarte que la cena está lista antes de que me ponga melancólica por tu culpa.

—Eres la mejor. —Sara se rio a carcajadas, no quería que ella se diera cuenta de su fracaso, oculto su decepción de no haber podido encontrar trabajo.

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