La respuesta de Lorenzo fue bastante ingeniosa:
—¡Qué coincidencia! ¡También estoy decidida a quedarme preciso con este vestido de novia!
El hombre se enfureció totalmente:
—¡Maldición! ¿Sabes quién soy yo? ¡Soy Gabriel Yáñez, el Rey de Negocio Pesquero de Costamar! ¿Cómo te atreves a competir conmigo? ¿Acaso quieres acortarte la vida?
Lorenzo respondió con total calma:
—¡Ah, así que eres un vendedor de pescado! No me extraña que desde lejos ya oliera a pescado por aquí.
Esa respuesta deformó por completo la cara de Gabriel, quien odiaba ser llamado vendedor de pescado. Para disimular el olor a pescado, siempre se rociaba abundante perfume.
La mujer aprovechó esa oportunidad para decir:
—Querido, ¿qué hacemos? ¡Realmente quiero este vestido de novia!
Gabriel, con el semblante sombrío, respondió:
—Señorita, ustedes están aquí para hacer negocios, ¿verdad? El que ofrece más se lo lleva, ¿no es así? Bien, entonces, ofreceré el doble, ¡ochocientos mil! Compraré definitivamente este