Capítulo 5 No es mi destino.

   Ambos caminaron por los jardines del hotel, pero esta vez Johana retiró su mano cuando él quiso tomarla.

   —Es muy bonito este jardín.

   —No tanto como tú.

   Johana lo miró arrugando la boca e inclinando la cabeza.

   —Robert ¿Por qué estás con la sifrina?

   —Podrías olvidarla por un momento, ella no está aquí —dijo Robert molesto.

   —Perdón, no debería referirme a ella con adjetivos «aunque ella me haya dicho chiquilla asquerosa», sabes algo, siempre me cuido de juzgar a la gente, al parecer es inevitable que termine haciéndolo, ella me cae mal y sí, pienso que es superficial y despectiva, pero quizás sea porque me gustas…

   —Johana, eso es lo importante…

   Johana lo interrumpió colocando su mano derecha en su pecho.

   —Déjame terminar, por favor, esa no es excusa para que yo la juzgue, quizás ella es así porque en su mundo de riquezas es normal y yo siempre he sabido que tú debes estar con una mujer de tu misma clase social.

   —Johana —Robert suspiró—, ojalá pudiera explicártelo…

   —No tienes por qué hacerlo —lo interrumpio Johana—, entiendo que eres un empresario de renombre mundial, quizás seas un hombre humilde, bueno no tanto —Johana se rió—, eres orgulloso y arrogante, pero eso es normal por tu posición, debes relacionarte con una mujer que te represente, de apellido de prestigio, no con una que ni apellido tiene.

   Robert tomó sus manos y las apretó halándola hasta acercarla a él.

   —No digas eso Johana, no te menosprecies por favor.

   A Johana se le hizo un nudo en la garganta y lágrimas tibias subieron a sus ojos, ella abrió y cerró los ojos varias veces, tratando de calmarse.

   —No lo hago —dijo Johana con voz quebrada—, no me menosprecio, solo soy realista, sé que te gusto, caramba yo no soy fea —Johana rió sin humor y soltó las manos para limpiar con cuidado bajo sus ojos, Robert le dio un pañuelo, perfectamente doblado y perfumado y Johana tomó aire calmándose—, tú solo puedes brindarme aventura y diversión, ni siquiera puedo ser tu novia sin que seamos mal vistos por tu círculo social, sabemos que ya los Martino han sido señalados, mi hermano era un reconocido mujeriego que estuvo quien sabe con cuantas mujeres casadas y escandalosas, mi hermana Donna huyó pocos días antes de casarse con un prospecto de clase alta y que importa que hoy en día ambos sean felices con otras parejas y sean amigos, mi hermana se casó con un hombre humilde y trabajador que no nació en cuna de oro, y yo soy la recogida ilegítima.

   Robert metió las manos en los bolsillos y miró a otra parte, bien sabía que ella tenía razón, era la cruda verdad.

   —Johana, solo puedo decirte que yo no estoy preparado para casarme ahora y sí tú hubieras sido hija de Sonia, o si por lo menos ella te hubiera llevado a su casa y te hubiera criado como hija, entonces serías de clase alta y pensaras que podrías darme una oportunidad y es algo tonto, porque yo seguiría pensando que no es momento para casarme.

   —Sonia hubiera sido capaz de criarme como su hija, quería a Leonardo lo suficiente, lo quiere aún, pero su mamá no lo iba a permitir, —Johana sonrió—, es la reina de las sifrinas —Robert también se echó a reír—, en todo caso, algún día tendrás que casarte y si yo fuera una Martino legítima, incluso sería una buena opción, nada más que ese no era mi destino.

   —Johana, yo no quiero destruir tu vida   —dijo Robert desesperado—, yo no soy Leonardo Martino y tú no eres tu madre.

   Johana puso una mano en su mejilla, quería disfrutar de su tacto una última vez.

   —Quisiera creer que Leonardo Martino no quiso destruir la vida de mi madre, que solo fue irresponsable.

   Robert tomó su mano con ambas de él.

   —Yo no lo puedo culpar, este mundo es más bonito contigo aquí.

   —Te voy a pedir algo Robert —Johana se le puso la cara roja y su semblante expresó sufrimiento llenando sus ojos de lágrimas, Robert negó con la cabeza, tenía un mal presentimiento—, sí, necesito que lo hagas Robert, quiero que te alejes de mí, te agradezco la oportunidad en el postgrado, cuentas conmigo como veterinaria en tu hacienda, pero no me seduzcas más, porque yo no quiero repetir los errores de mi madre.

   Robert pasó las manos por su cabello, en ese momento poco le importaba Natalie, sus negocios y nada que no fuera Johana, pero ella tenía razón y su petición lo había desarmado.

   —Johana y si lo piensas, qué hay de malo en divertirse.

   —Robert, no quiero solo divertirme, cortemos esto por lo sano, fue un día hermoso y lo atesoraré, pero la chica rubia sigue existiendo y yo no puedo ser tu amante.

   —Está bien, te dejaré en paz —dijo Robert con resentimiento—, las monjitas te metieron tantas ideas retrógradas en la cabeza, yo no me voy a casar con ella, son solo negocios, ella lo sabe.

   —Yo no quiero negocios, yo quiero amor.

   Robert suspiró y pasó de nuevo sus manos por el cabello.

   —Vamos, te acompañaré a tu habitación y mañana me iré.

   A Johana se le salieron dos lágrimas y utilizó el pañuelo de Robert.

   —Robert, quiero recordar este día bonito, no quiero que termine en disgusto, quiero vivir lo máximo que me permita mi conciencia para ser feliz sin portarme mal —Robert la observó atento—.  Podrías darme un último bes…

   Robert no la dejó terminar la frase, la tomó entre sus brazos y la besó, la besó de verdad, lo de antes fue un tanteo, un preámbulo. Jugó con sus labios hasta hacerla jadear, la acarició con su lengua malvada y experta, saboreando su boca, afortunadamente Robert la tenía abrazada porque Johana sentía las piernas de gelatina, aunque pareciera imposible la abrazó más fuerte y profundizó el beso mientras sus manos pasaban por el contorno de su silueta.

   Ella se rindió…

   Se rindió a la exquisita sensación, él tenía razón, ¿qué de malo había en divertirse un poco?, sería solo un momento, un instante donde sentiría sin culpa su amor. Johana subió las manos por la suave tela de su saco, se maravilló al palpar los anchos hombros, jugó con su lengua, Robert apretó su cintura y la ola de tensión subió desde su núcleo, él retiró su boca, pero solo para besar su cuello y morder el lóbulo de su oreja, regresó a sus labios con un beso demandante, Johana sintió la dureza de él y su cuerpo lo registró sintiéndose cubierta de calor, sentía que se deshacía, deseó frotarse en él para calmar esta necesidad que nunca antes había sentido, escucharon voces de personas cercanas y tuvieron que separarse.

   —Gracias por darme el día más bonito de mi vida—dijo Johana.

   Robert al día siguiente viajó a Venezuela, al llegar a la hacienda lo recibió María, su madre.

   —Mi amor, pensé que no regresarías tan pronto —dijo la mujer abrazándolo y dándole besos en sus mejillas, Robert estaba acostumbrado a los mimos de su madre por ser hijo único, él no se parecía a ella, ni siquiera físicamente, ya que él era el vivo retrato de su padre, solo que con la piel un poco más clara y el cabello castaño, puesto que su madre era rubia con lindos ojos azules, aunque María insistía en que Robert se parecía a ella en manera de ser, Robert se empeñaba en tomar decisiones de acuerdo a lo que hubiera hecho su padre—. Cuéntame ¿cómo quedaron Johana y Sonia?

   —Están bien mamá, instaladas en el hotel Larsson no les faltará nada, el gerente tiene órdenes precisas de velar por su comodidad, de hecho, Sonia se encargará de recordar a cualquiera que se atreva a tratarla como una ordinaria mortal, que el dueño y máximo jefe, Bernhard Larsson es como un padre para su nuera y suegro de la cuñada de su hijo, la verdad creo que se divertirá en grande.

   —Sí, Sonia es jactanciosa, pero por lo general no tiene malas intenciones y Johana despertó en ella sentimientos positivos, es que Johana es una chica que vale oro.

   Robert sonrió, estaba de acuerdo con su madre.

   —Bueno, mamá debo trabajar.

   Robert le dio un beso a su madre en la frente y siguió hacia su despacho con los hombros caídos, María sintió pena por su hijo, apenas tenía 28 años y tenía sobre sus hombros tantas responsabilidades.

   Johana decidió enfocarse en su meta, el postgrado, fue a clases de italiano y le pidió a Sonia no hablarle en español de ese momento en adelante, Sonia con su nueva vocación de profesora, feliz la ayudó, aprovechando enseñarle etiqueta y modales en la mesa, porque desde sentarse, pasando por cómo agarrar la servilleta y la manera de agarrar un cubierto era de suma importancia, Johana se reía de lo superficial que lo consideraba, pero agradece a Sonia la haga distraerse.

   —Johana, debes entender algo —dijo Sonia con solemnidad—, en nuestro círculo social, lo único importante es la percepción, así que tú tienes un trabajo, que es noble, desinteresado y altruista por el cuidado de los animalitos.

   —Bueno, Sonia, si me pagan es mejor —interrumpió Johana.

   —Silencio niña, tendremos que repasar las normas del buen oyente también, no me interrumpas.

   —Mi scusi³ —dijo Johana con la sobriedad que mostraba Sonia—, continuemos en italiano por favor.

   Sonia se echó a reír orgullosa.

   —Ojalá mi Leonardo pudiera verte Johana y te pareces tanto a él.

   —Perdón por eso Sonia —Johana arrugó la cara—, no debe ser fácil para ti que tanto querías a Leonardo.

   —Hija, yo sabía que como dama de mi hogar debía a veces voltear para otra parte, verás, los matrimonios en alta sociedad no siempre se dan por amor, a menudo son por acuerdos económicos, que yo amara a Leonardo fue algo hermoso y sé que él también me amó, pero igual me tenía que casar con él, aunque no me hubiera gustado.

   —Ay Dios mío, Sonia, pero debe ser horrible que te digan te casaras con tal persona y ¿si es horrible y asqueroso?

   Sonia se sentó con cuidado, piernas juntas y espalda recta en el sofá color crema de la hermosa habitación vip, Johana la siguió, cuando se sentó encorvada, Sonia la miró en advertencia y Johana acomodó la postura, Sonia sonrió y siguió el relato.

—La primera vez que vi a mi Leonardo fue en mi casa, aquí en Italia, él llegó, me miró de arriba abajo y se encerró en el despacho con mi padre, mi madre estaba furiosa con mi padre por perder la fortuna en las mesas de apuesta, por eso debía escuchar propuestas de ese sucio campesino, pero, ¡ay Johana!, cuando yo vi a tu padre, alto musculoso, con ese cabello tan negro, él usaba bigote y tan rustico como lo eras tú —Johana puso los ojos en blanco—, estaba tan nerviosa, que cuando mi padre salió y me informó que me casaría con él y me iría a Venezuela, casi olvido mis modales y gritó de alegría, Leonardo, me tomó de la mano, me llevó al jardín, me entregó un anillo con un diamante enorme y me dio un beso que casi me tumba —Sonia sonrió soñadora y Johana estaba sorprendida porque a la presumida Sonia le hubiera gustado el bárbaro de Leonardo Martino—, como podrás ver era muy difícil no caer rendida a los pies de tu padre, por eso debes perdonar a tu madre, Leonardo era irresistible.

   Johana llevó su dedo índice a la boca abierta con asco y fingiendo náuseas, Sonia la reprendió por hacer mofas infantiles.

Mi scusi³: discúlpeme en italiano.   

  

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