Disgusto

Dereck

— ¡Salga del baño! ¿Es ciego o nada más se hace? — exclamó minutos después con las mejillas encendidas de rojo. Su voz me sacó del trance en el que me había quedado. Su cuerpo casi desnudo esta frente a mí, de algún modo no pude apartar la mirada de sus pechos pequeños, redondeados y firmes. El color café de su pezón me causó un hormigueo en todo el cuerpo —. ¡Que se salga, imbecil!.

— Discúlpeme, pero tampoco hay mucho que ver — es cierto. He visto mejores pechos que esos y, ¿entonces por qué me hicieron pasar saliva? —. Vístase rápido y deje de jugar. Ese tipo de cosas hágalas en su casa, Srta. Wilson. En la privacidad de su habitación y no en horas de trabajo.

Sus mejillas, su cuello y en efecto toda su piel se volvió roja, al tiempo que sus ojos salieron de su órbita. No sé sí de pena o de rabia. No me dijo nada, solo se dio vuelta y volví a cerrar la puerta con una sonrisa que ni yo mismo sé porque está plasmada en mis labios. Al cabo de varios minutos salió y me quedé viéndola. Ahora sí luce muy bien. Ese vestido tan grande y horrible no dejaba ver el buen cuerpo que se le marca con ese uniforme bien ajustado.

— Después de todo no luce tan macho — dije, y respiró profundamente.

¿Dónde han quedado mis modales con las mujeres? Este no soy yo, ni en lo más mínimo. Supongo que en cierto modo quiero hacer que renuncie por su propia voluntad, ya que no puedo hacer nada para despedirla. Gabriela ha hecho el contrato por un año, pequeño detalle que no leí por estar mirando a una mujer sin gracia ni belleza.

— Sr. Cooper, le voy a pedir el favor que deje de hacer ese tipo de comentarios e insultos, si no es de su agrado mi presencia solo dígamelo y yo procuro no aparecerme ante sus ojos. Pero por favor, le pido respeto — desvió la mirada —. ¿Necesita que cambie algo más de mí aspecto o ya puedo ir a realizar mis deberes? — inquirió sarcástica.

— Ya puede volver a su puesto de trabajo, Srta. Wilson — se me quedó viendo por pocos segundos, y luego de asentir se perdió por el ascensor. Su mirada no mostró nada más que no fuera rabia.

— ¿Qué son esos modales, mi niño? — inquirió Mariela —. Dime, ¿tu abuela y yo te enseñamos a tratar así a las personas? Sí tu madre te escuchara hablarle así a una mujer, muy probablemente te quedes sin descendencia. Ve y te disculpas, Dereck.

— Lo haré y me disculpo, pero esa chiquilla no me baja ni con agua — sonrió.

— En el primer día de trabajo — negó con la cabeza —. Lleva unas pocas horas y ya la quieres sacar, eres igual a tu padre. En fin, la colección ya está lista para que realices el evento. Recuerda que debes enviarme a tus asistentes para que les tome las medidas de los vestidos que llevarán ese día.

— No se me olvida — sacudió la mano y se marchó tras el llamado de una de las modelos.

Volví a mi oficina para ultimar los detalles de la presentación de la próxima colección. Mis pensamientos se desviaron a esos dos botones que me dejaron con la garganta seca. ¿Cómo es posible que esté pensando en los pezones del mapache, cuando en realidad no debería estar pensando en ellos? La falta de cuerpo femenino me está haciendo alucinar con cosas que no son para nada de mi agrado. Fiorella se ha marchado en definitiva para Italia, y no puedo negar que la he echado mucho de menos.

...Jane...

Deseaba golpearme la cabeza contra una pared. Entre todos los hombres del mundo precisamente tenía que ser el idiota de mi jefe quien viera mis pechugas por primera vez. No puedo hacer nada ante eso, la vergüenza aún está esparcida por todo mi rostro. Lo que me dolió fueron sus palabras. ¿No soy para nada atractiva, ni un poco? Las lágrimas se acumularon en mis ojos al recordar las palabras de Connor hace un tiempo atrás.

**No eres hermosa, no tienes ningún tipo de atractivo, Jane. No generas nada en mí. Alexa tiene lo que un hombre busca de una mujer; pasión, deseo, atracción, belleza pura y viva. Tú pareces un muchacho con esos pantalones anchos y esas camisetas de tus hermanos. Dime, ¿creíste que en verdad planeaba casarme contigo?**

Una lágrima traicionera bajó por mi mejilla. Ese día me dijo cuan defecto encontró en mí. Nunca me había sentido tan humillada frente a muchos de mis empleados, quienes en silencio se burlaron de mí. No soy juguete de nadie. Connor llegó a mí solo por dinero y la riqueza de mis padres. Mi corazón lo destruyó en sus manos. Desde entonces me he convertido en una mujer que no se deja de nadie, pero este egocéntrico de m****a me lo ha recordado a él. Parecen la misma persona, las mismas palabras y la misma sonrisa burlona en sus rostros. Malditos.

— ¿Estás bien? — preguntó Gabriela al verme frente al espejo del baño de mujeres —. ¿Por qué lloras?.

— Estoy bien, no es nada — limpié todo rastro del maquillaje que con tanto esfuerzo me había hecho en la mañana —. Me ha caído pestañina en el ojo.

— ¿Segura?.

— Sí, muy segura — sonreí —. Gracias, Gabriela.

— ¿Por qué?.

— Gracias a ti es que se me ha permitido quedarme en el puesto. Aunque por lo visto el Señor me hará la vida imposible. Si cree que por tener dinero, belleza y ser el dueño de la empresa, me dejaré amedrentar de él, se equivocó conmigo.

— ¿Te dijo algo? — negué recordando al ser vista por él —. Puedes decírmelo, yo lo pondré en su lugar. El Sr. Cooper cree que debe tener todo en sus manos y no señor.

— No dijo nada, Gabriela — estrechó los ojos —. Me iré a revisar los documentos que me has dicho — eché un puñado de agua en mi cara y me sequé con el vestido.

Al salir del baño me encontré con el Sr. Cooper frente a mi lugar. Su rostro solo muestra el disgusto al verme o esa es mi impresión.

— Srta. Wilson, a mi oficina, ahora — será el día más largo y horrible de toda mi patética existencia.

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