Cuando llegamos a la casa de Ángela, nos recibe su mamá tan afectuosa como mi propia amiga.
-Luna, preciosa. ¿Cómo has estado? ¡Mira cómo estás de grande! ¿Cuánto tiempo ha pasado ya?- me dice efusiva dándome un caluroso abrazo aquella señora bajita y gordita, quien siempre está en mis recuerdos con una gran sonrisa.
-¿Dos semanas?- le respondo sabiendo que sólo me está tomando el pelo.
Su risa llena la sala con una atmósfera alegre y Ángela me toma del brazo halándome escaleras arriba.
-Mamá ese chiste ya está caducando… Vamos a salir un rato ¿ok?- le dice ella en voz