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Y me estoy aferrando a la vida. No voy a mirar hacia abajo, no voy a abrir mis ojos, mantenga mi copa llena hasta la mañana.

— Sia, Chandelier.

K E E G A N

Todos estábamos en nuestro puesto. Federico estaba frente a frente con la sabandija de nuestro hermanastro.

Con la rejilla de freír de cocinero de segunda que llevaba, el traje de camarero del muchacho en paños menores del contenedor y ese bigote de Dalí, que había conseguido reciclar de otro disfraz del chino seguramente, estaba prácticamente irreconocible. Bueno, no vamos a mentirnos, no, no lo estaba.

Pero así de unida estaba la familia Ross que Toni Ross pareció no darse cuenta, o tal vez era el hecho de que su estupidez era lo que le cegaba. Toni nunca había tenido muchas luces. Para ser honestos, ninguno de los Ross. A excepción de los bastardos, Federico, Rose y yo. No, os aseguro que no es mi ego hablando so

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