Capítulo 1. Hasta que la muerte nos separe.
Un tul blanco estaba empapado de sangre.
Los cristales rotos estaban mezclados con las flores de los ramos de los bouquet que habían salido volando por los parabrisas. Los gritos ahogados, el sonido metálico de los fierros retorcidos, el zumbido de las sirenas... y en medio de ese caos, dos cuerpos inmóviles, ambas llevando vestidos de novia destrozados, atrapadas entre los asientos de los autos.
-- ¡La ambulancia ya viene! – se escuchó el gritó de uno de los paramédicos que estaba cubierto de sudor y tensión. Le había costado demasiado lograr liberar a las novias.
-- ¡No hay tiempo, ambas están con vida, pero una de ellas se está desangrando! Su estado es crítico – le dijo el otro mientras intentaban colocarlas en las camillas que llegaron. -- No tenemos cómo trasladarlas por separado, si hacemos eso una de ellas morirá --
-- Llévalas juntas. ¡Ahora! --
Las puertas se cerraron con violencia, y el vehículo arrancó a toda velocidad entre bocinas, humo y desesperación.
Nadie sabía quién era quién. No había documentos, no había anillos, solo dos mujeres vestidas de blanco… una con el corazón aun latiendo con fuerza; y la otra, al borde del colapso.
Dos novias,
Dos destinos,
Un solo desenlace.
**** **** ****
Horas antes,
En dos extremos opuestos de la ciudad dos mujeres se preparaban para dar el paso más importante de sus vidas. Ambas con el corazón palpitante por razones muy diferentes...
Mariana con las manos temblando y el corazón latiendo apresurado por la emoción, se casaría con el gran amor de su vida, Francesco Romero.
Ella se miró al espejo con un nudo en el estómago. El vestido de novia era de ensueño, y la envolvía como el abrazo de una familia prometida. Ella sonrió cuando su amiga y abogada le ajustó su velo.
-- Estás hermosa, Mariana – susurró Isabel -- Francesco te va a adorar... estoy segura de que llorará cuando te vea --
Pero algo en los ojos de Mariana temblaba. Francesco ya no era el mismo. Desde que la familia de Mariana falleciera en un trágico accidente y los Romero, abuelos de él la acogieran como una hija, algo cambio.
Para Mariana su mundo había girado en torno a ese amor de juventud. O lo que ella creía que era amor.
Francesco en cambio había cambiado desde que anunciaron el compromiso. Siempre ocupado con reuniones urgentes, llamadas secretas, excusas sin fundamento y ausencias. Ella no entendía ¿Por qué?
Era como si el amor que decía sentir se hubiera esfumado de la noche a la mañana.
Y Mariana, tan dispuesta a amar por los dos, tan ciega, tan sumisa, lista para sacrificarlo todo por él... dispuesta a casarse con un hombre que nunca la había mirado como ella lo miraba a él.
Emilia en cambio parecía tener otro propósito en la vida, ella estaba a punto de casarse con el hombre que le había declarado su amor eterno, el hombre con más dinero y poder de toda la ciudad Emiliano Del Valle y Fonseca, y eso la hacía feliz.
Emilia giraba sobre sí misma frente al espejo, riendo. Su vestido era una obra de arte, una cachetada a la pobreza. Las empleadas del servicio lloraban llenas de envidia y emoción.
-- El señor Emiliano va a quedarse sin palabras cuando la vea señorita -- le decía una de ellas entre sollozos.
Emilia era una chica sin familia, se había criado en un orfanato hasta que Emiliano se le cruzo en su camino.
-- Solo espero que no se desmaye, y falte a la boda, no podría soportar que me deje plantada frente al altar -- rio Emilia con sarcasmo, sujetando el ramo de flores entre sus manos.
Ella no creía en el amor. Solo en el poder y Emiliano Del Valle era su boleto a todo lo que siempre había soñado en la vida, prestigio, dinero, lujo y poder y al hombre que lo podía manejar como quería... eso la hacía mostrar una sonrisa que iluminaba lugar por donde pasaba.
Ella… si supo jugar bien sus cartas.
A diferencia de Francesco, Emiliano sí estaba enamorado de su novia. Había amado a Emilia desde que la conoció en una visita al Orfanato de la ciudad cuando todavía eran unos adolescentes, aunque ella a él no. Si bien no había secretos entre ellos, solo ella sabía lo que sentía en realidad...
Hasta que un error de cálculo lo cambió todo.
Ambas llegaron al hospital, las dos estaban inconscientes. Ambas con heridas, pero solo una de ellas luchaba por su vida en el quirófano.
Cuarenta minutos después,
Las puertas del hospital se abrieron de golpe. Dos hombres llegaron jadeando, ambos elegantes, desesperados, y con el rostro desencajado.
El olor a desinfectante lo envolvía todo. Los dos sabían que había ocurrido un accidente de autos, dos novias, una de ellas había sobrevivido... pero no sabían cuál.
-- Es la mía -- murmuró Emiliano, apretando los puños con fuerza. -- Tiene que ser mi Emilia, solo ella puede sobrevivir --
Francesco, por su parte, no decía nada. Se limitó a mirar hacia adelante, las mandíbulas estaban tensas. No por preocupación, sino por la incomodidad que sentía ante toda aquella farsa que él nunca quiso.
Al llegar a la central de información los dos dijeron al unísono.
-- ¿Dónde está mi prometida? – la enfermera parada allí, los miró con compasión.
Todo el hospital estaba enterado de las dos novias que habían ingresado, sabían que una de ellas había muerto minutos después de ingresar al quirófano y deseaban que el desafortunado tuviera mucha fuerza para sobre llevar su pena.
-- Habitación 525 – dijo la enfermera sin mirarlos a los ojos.
No esperaron a escuchar más. Los dos subieron corriendo las escaleras hasta llegar a la habitación señalada. Una enfermera que salía de allí los detuvo.
-- Lo siento, señores. Pero la paciente aun no despierta. No queremos que se altere, asi que por favor manténganse afuera. Debemos esperar que el médico nos de la autorización --
Pero sus palabras se fueron al vacío, ninguno la obedeció. Ellos empujaron la puerta de la habitación apenas la enfermera se alejó. Sus pasos se congelaron al ver a la joven acostada en la camilla... con el rostro cubierto parcialmente por unas vendas, suero en el brazo, con el vestido de novia lleno de sangre y desgarrado todavía sobre su cuerpo y los ojos cerrados la joven se encontraba allí...
La mujer tenía el cabello castaño suelto sobre la almohada, ambas novias lo tenían muy parecido y al sentir el alboroto sus ojos comenzaban a abrirse con lentitud. Como si estuviera recordando lo vivido, como si algo en su interior la asustara.
Emiliano fue el primero en acercarse.
-- Emilia… -- murmuro Emiliano emocionado. -- Soy yo, mi amor. Vine por ti. -- su voz no pudo evitar quebrarse.
-- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?... yo ¿qué hago acá? --
Francesco soltó una carcajada irónica.
-- No sabes ni quién eres, ¿verdad? --
La joven parpadeó, confundida, con el cuerpo lleno de dolor y el zumbido en la cabeza, no podía oír la voz de su prometido con claridad.
-- ¿Quién…? – no llegó a realizar la pregunta, Emiliano tomó su mano aun vendada con precaución.
-- Eres Emilia cariño y estas en el hospital, tuviste un accidente camino a la iglesia, a nuestra boda. Pero ya estás a salvo ahora. Todo va a estar bien --
La mujer ladeó el rostro con dificultad y sus labios se movieron apenas para preguntar nuevamente.
-- ¿Quién… eres? –
-- Soy yo mi amor... Emiliano – le respondió él.
-- No sabes si es ella, imbécil – susurró detrás Francesco.
-- ¿Quién eres tú? – le preguntó Emiliano. Lo había notado desde que llegó al hospital, incluso él también pregunto por una prometida. Asi que iba a volver a preguntar cuando la puerta se abrió de golpe. La doctora había llegado acompañada de dos enfermeros.
-- ¡Les dijimos que no podían entrar sin autorización! ¡Salgan ahora mismo! --
Ambos hombres protestaron, pero fueron empujados hacia afuera. La joven en la camilla seguía con los ojos abiertos, respirando agitadamente. Desde dentro, los escuchó discutir afuera, mientras imágenes de lo ocurrido volvieron a su mente... supo quién era y lo que estaba por hacer antes del accidente.
-- ¡Mi boda! – exclamó para sí misma.
En el pasillo…
-- ¿Quién demonios eres tú? -- rugió Emiliano, acercándose con una furia contenida.
-- Francesco Romero. ¿Y tú? --
-- Emiliano Del Valle. La mujer en esa cama es Emilia mi prometida. Íbamos a casarnos hoy hasta que un imbécil se atravesó en su camino --
-- Qué casualidad, yo también iba a casarme hoy, hasta que como dices un imbécil se atravesó en su camino... Y la chica que esta adentro no es tu Emilia, es Mariana mi novia --
Los dos se quedaron en silencio, procesando lo que uno de ellos creía imposible. Finalmente, fue Emiliano quien habló:
--¿Dices que la mujer en esa cama… no es Emilia? – le preguntó incrédulo, nunca iba a creer en eso. La única que podría salvarse de cualquier accidente era su Emilia, nadie más.
Francesco asintió,
-- Lo afirmó. La conozco desde que éramos niños. Y la mujer de esa cama… no te reconoció, ¿verdad? –
Emiliano tragó saliva. No lo quería admitir, pero no estaba seguro. Había algo extraño en esa mirada tan vacía.
-- Tampoco te reconoció a ti, ¿Por qué debería creerte? Además, ella misma no recuerda quien es –
-- ¿Cómo lo sabes? – le preguntó Francesco cansado.
Emiliano no dejaba de observar a Francesco, algo dentro de él le decía que era así, que ella no era su Emilia, solo que no quería aceptarlo, para él era mejor pensar que su amada Emilia era la que había sobrevivido.
Emiliano cerró los puños lleno de rabia, de odio. Si Emilia estaba muerta entonces fue esa chica la que la mato.
Francesco cruzó los brazos, relajado.
-- Pues entonces siento tu perdida Emiliano. Pero la que está allí es mi prometida --
-- ¿¡Qué dijiste!? --
-- ¿No escuchaste? Qué la que está viva es mi prometida --
Emiliano lo miró como si fuera un demonio disfrazado.
-- Fue tu maldita novia la que chocó contra la mía. Ella la mató -- gritó Emiliano, con el rostro endurecido. -- Y voy a hacer que pague por eso o dejo de llamarme Emiliano Del Valle y Fonseca --
-- ¿Estás diciendo que fue su culpa? No me hagas reír. El accidente fue fortuito. Y si tu mujer estaba ahí es porque no cuidaste bien de ella --
-- No me hagas hablar... porque la tuya también estaba allí ¿no? --
El odio subía como espuma, esas palabras consiguieron subir la tensión. Emiliano se acercó y lo sujetó por la camisa.
-- Si supiera que esa no es Emilia, juro que no estaría aquí perdiendo mi tiempo contigo --
Francesco lo empujó.
-- No me toques. Yo no estoy aquí por amor -- le dijo Francesco dándole la espalda.
-- ¿Entonces por qué? --
Francesco no respondió, se limitó a subir sus hombros. Y en ese momento su teléfono vibró. El atendió de inmediato. Era una voz femenina al otro lado de la línea... la abogada de su esposa, la misma que estuvo con Mariana segundos antes de que subiera al auto decorado con flores.
-- ¿Qué dices? --
Del otro lado, una voz femenina, elegante, con acento frío y calculador dijo:
-- Te tengo noticias. El hospital no encontró documentos de identidad. Ni anillos, nada. Las dos iban vestidas de blanco y no saben quién es quien, al parecer ambas novias tienen el rostro desfigurado --
-- ¿Y qué más? --
-- La paciente no ha recordado quién es. Pero ya están especulando que puede ser la prometida de Del Valle. Hay reporteros en la entrada – la mujer hizo una Pausa. -- Francesco, tu abuelo dejó la herencia en pausa hasta el matrimonio con Mariana, ¿lo recuerdas? --
-- Lo recuerdo –
-- ¡Entonces! ¿Qué harás? --
Francesco bajó la voz.
-- Tengo una idea – dijo antes de colgar. Emiliano lo había escuchado y lo miraba con recelo, de pronto una llamada le ingreso a él también.
-- Señor Del valle los reporteros esperan a las afueras del hospital, la noticia ya está en todos los medios, sus socios del extranjero están llamando desesperados, preguntan ¿si llevara a su esposa para el evento? --
Los dos se miraron.
Francesco sonrió, su mirada era extraña, Emiliano pudo notar que ese hombre tramaba algo.
-- ¿Qué tramas? --
-- Nada que te interese. Pero dime… -- cambió el tono, casi casual, -- ¿por qué estás tan desesperado por tu prometida? -- preguntó con cinismo.
-- No es solo amor, ¿cierto? ¿Acaso ella es parte de algún trato comercial? --
Emiliano no respondió.
-- Yo te doy una solución -- propuso Francesco. -- Nadie sabe quién es, ella tampoco lo sabe, al parecer a perdido la memoria. Si tú la tomas como esposa, cumples lo que tengas que cumplir, después si quieres te vengas de ella. ¿es la asesina no? –
-- Y tú ¿qué ganas? –
-- Yo me libro de ella, no la amo, nunca lo hice. Solo estoy acá por un asunto familiar. ¿Qué te parece... todos ganamos? – Francesco sabia que él ganaba mucho más, pues la herencia de los Soberón no había sido tocada desde el accidente de sus padres, y Mariana la recibiría una vez que este casada.
-- No pienso manchar la memoria de Emilia, haciendo que una asesina se haga pasar por ella -- mascullo Emiliano.
Francesco guardó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta.
-- Me parece que acabo de perder a mi novia en ese accidente… y tú – Emiliano quería golpearlo.
-- Solo sé, que tú tienes más que perder si no te casas con alguien ahora ¿asi que tu veras? --
-- ¡Estás loco! –
-- Quizás, pero te ofrezco una solución --
-- No necesito tus favores --
-- ¿Estás seguro? Piénsalo: nadie sabe quién es ella. por lo que vi adentro, se deben parecer bastante ya que ni siquiera pudiste reconocerla... las dos están desfiguradas, nadie lo podrá sospechar –
-- Existe el ADN idiota –
-- ¿Y? también existe el dinero no es asi señor Del Valle – Francesco recordó haber visto el nombre de ese hombre entre los más ricos del país y sabe muy bien que con dinero, se puede conseguir lo que quiera.
-- Ella no sabe quién es... si tú la tomas como esposa, cumples tu compromiso y cierras tu contrato. Y yo me quito un problema de encima y puedo vivir mi vida lejos de ella, junto a la mujer que realmente amo. Todos ganamos ¿no crees? --
Emiliano se alejó, indignado.
-- ¿Y si lo haces para vengarte? – soltó Francesco, como su boleto de salvación.
Emiliano se detuvo en seco. Volteó con ojos de hielo.
-- ¿Qué dijiste? --
-- Que la culpa fue suya ¿No es asi?... Si no fuera por ella, tu Emilia seguiría con vida. ¿No lo ves? Es perfecto. Hazla pagar. Usa lo que queda de ella… y luego, si ya no te interesa la puedes desechar, total... nadie te culparía --
El golpe fue certero. Emiliano le dio un puñetazo en el rostro a Francesco, que lo hizo trastabillar.
-- Eres una basura --
-- Y tú… un idiota con el corazón roto. Piénsalo --
Francesco se alejó de él. Emiliano se quedó solo en el pasillo, respirando con dificultad.
Dentro de la habitación...
Mariana había escuchado todo. O casi todo.
Desde que abrió los ojos su mente era un rompecabezas, supo que algo estaba mal. Al principio no recordaba nada, pero luego que la doctora los echo los recuerdos volvieron a su mente, poco a poco, arrasadores.
El silencio de las enfermeras. Las miradas ajenas. Los hombres que irrumpieron llamándola por un nombre que no eran el suyo.
Y luego, las voces en el pasillo.
“Nadie sabe quién es ella…”
“No pienso manchar la memoria de Emilia usando a una asesina…”
“Hazla pagar. Usa lo que queda de ella… y luego deséchala”
Mariana apretó los labios. Su pecho subía y bajaba rápidamente.
Y cuando escuchó por segunda vez la voz de Francesco, esta vez hablando por teléfono justo fuera de su puerta, su sangre se congeló.
--…Si ella recuerda quién es, la matamos. Así de simple. No pienso perderlo todo por una mujer que no amo... el matrimonio ya esta registrado, ¿qué más necesito hacer para recibir su herencia? --
-- ¡Darla por muerta! –
“Una mujer que no amo” repetía en su mente, junto a esta ultima frase... “darla por muerta”
Eso fue lo que la hizo tomar una decisión, iba a fingir. No sería Mariana, pero debía rezar para que no la hicieran pasar por la tal Emilia.
Dejó de pensar. Cerró los ojos. Y cuando las enfermeras vinieron a revisarla, apenas murmuró una palabra:
-- No sé… quién soy –
Pero si lo sabía, solo que no lo diría.
Porque si quería sobrevivir, tendría que convertirse en alguien más.
Aunque esa nueva identidad fuera una trampa.