—¡No, no, nada de eso! —negué rápidamente y seguí caminando, aunque no pude evitar mirar a Lucas varias veces.
Rogaba que no hubiera sido Leonardo quien conducía el Bentley esa noche.
Pero mis plegarias fueron en vano.
Lucas, notando mi extraña expresión y dudas, preguntó tras una pausa: —¿Has visto a Leonardo últimamente?
Con esa pregunta lo entendí todo.
Ah... solo quería desaparecer y no volver jamás.
—Este... ¿Leonardo te ha comentado algo? —después de mi confusión inicial, decidí ir al grano.
Lucas apretó los labios levemente y por su rostro apuesto y distinguido cruzó una expresión entre coqueta y avergonzada.
—¿Te refieres a cuando discutiste con Antonio y dijiste que te habías acostado conmigo muchas veces?
Tropecé y casi me caigo.
—¡Cuidado! —por suerte Lucas me sujetó a tiempo.
Roja como un tomate y ardiendo de vergüenza, me solté de su mano en cuanto recuperé el equilibrio.
—Señor Montero, lo siento... estaba tan enfadada con Antonio que perdí la cabeza y dije tonterías. No