—¿5 millones? No los tengo —al ver su exigencia desmedida, mi actitud también se volvió distante.
Aunque todo comenzó por mí, al final la culpa era de los Ruiz. Si pensaban que iba a ser su chivo expiatorio, estaban equivocados.
Andrés observó mi oficina con algo de envidia: —Oí que cuando te divorciaste de Antonio, te dejó la empresa. Y también... que ahora te codeas con los poderosos Montero. Ese misterioso y discreto señor Lucas que gastó 30 millones así nomás para recuperar la pulsera de mi tía.
Andrés se paró frente a mí con aire presuntuoso.
—Viéndolo así, 5 millones no son nada para ti. Ya sea pidiéndoselo a Antonio o a ese señor Lucas, conseguirlos sería pan comido.
No pude evitar sonreír al escucharlo.
Con razón venía a extorsionarme, lo había investigado todo. Pensaba que ahora era un ave fénix dorada a la que cualquiera podía arrancarle unas plumas de oro.
—Antonio y yo somos enemigos ahora, jamás le pediría dinero. Y en cuanto a los Montero, están muy por encima de mí. Esos