—Ya está bien, regresa a cuidar al niño. Yo me quedo aquí. Descansa bien esta noche y mañana trae a Cachetoncito. No hay prisa por una noche más.
Apenas mi tía terminó de hablar y antes de que pudiera responder, sonó mi teléfono.
Al mirarlo vi que era Sofía, y mi primera reacción fue pensar que mi hijo había despertado y ellas no podían manejarlo.
—Sofía, ya voy para allá —me adelanté al contestar.
Sin embargo, Sofía hizo una pausa, como tartamudeando: —María, eh... ejem, tú...
Su manera de hablar entrecortada me dio inmediatamente un mal presentimiento. —Sofía, ¿qué pasa?
Se escuchó movimiento al otro lado, como si el teléfono cambiara de manos.
Y entonces, escuché esa voz familiar que llevaba tanto tiempo ausente pero que seguía resonando en mis sueños.
—¿En qué hospital estás? Voy a recogerte.
Mi cerebro sufrió una sacudida violenta y casi se me cae el teléfono.
Mi tía, viendo mi reacción, también se puso seria: —María, ¿qué ocurre? ¿Es Cachetoncito que despertó y está llorando porq