Mirando cómo la ciudad se alejaba cada vez más, mis lágrimas fluyeron como un torrente incontrolable.
Una joven sentada a mi lado, al verme llorar con tanta intensidad, me ofreció silenciosamente un pañuelo.
Agradecí cortésmente, intentando calmarme y aprendiendo a enterrar mi dolor.
El largo vuelo me dejó exhausta y finalmente caí en un sueño profundo, que por fin me hizo olvidar el sufrimiento...
—————
Dos años después.
Era otra vez víspera de Año Nuevo.
Sofía vino a Inglaterra para celebrar el año nuevo y, de paso, conocer a su ahijado.
Llevé a Esteban conmigo al aeropuerto para recibirla.
Al ver a mi amiga aparecer, saludé agitando felizmente la mano.
Esteban, sentado en su cochecito, también agitó su manita imitándome, mientras balbuceaba: —Madina, madina.
Con apenas quince meses, el pequeño caminaba rápido, pero su capacidad lingüística era limitada, solo podía decir unas pocas palabras sencillas.
Sofía se acercó apresurada con su equipaje, exclamando emocionada: —¡Por fin aterri