La otra mujer se apresuró a intervenir y rápidamente se disculpó: —Señor Montero, lo sentimos... solo estábamos bromeando, quizás nos pasamos un poco, ¡disculpe!
—Discúlpate con ella —Lucas indicó hacia mí con un gesto de su barbilla.
La mujer se volvió hacia mí e inmediatamente inclinó la cabeza: —Señorita Navarro, lo siento, todo fue un malentendido.
Mientras decía esto, dio un codazo a la otra mujer.
Aunque visiblemente contrariada, la otra mujer también se disculpó: —Señorita Navarro, lo siento.
Solo entonces Lucas la soltó.
Las dos mujeres salieron corriendo, avergonzadas.
Me quedé a solas frente a Lucas, con el cuero cabelludo hormigueando y la mente zumbando, sin saber qué decir.
Después de unos segundos, cuando sentí que mi cerebro se aclaraba, finalmente me calmé y me giré para mirarlo. —Gra...
Apenas pronuncié esa sílaba, descubrí con vergüenza que él ya se había dado la vuelta y se alejaba.
Desde el principio hasta el final, ni siquiera me había mirado a los ojos ni me había