—Entonces siéntate tú en medio, yo tengo que bajar pronto, me conviene estar junto a la puerta —me giré y la empujé delante de mí.
Pero Mariana, ágil, se retorció y quedó detrás de mí: —¡Yo no me siento con Lucas! ¡Me va a regañar! Mejor me siento al lado, más tranquila.
El auto llevaba varios minutos parado, y nosotras aquí dando vueltas y empujándonos, era ridículo.
No tuve más remedio que subir y sentarme en medio.
La fragancia de Lucas me envolvió, fresca, rica y distinguida. Tragué saliva inconscientemente, sintiendo que todo mi costado junto a él se transformaba.
—Sofía, ¡nos vamos! Gracias por todo esta noche —Mariana subió última, despidiéndose.
—Bien, adiós —Sofía nos despidió con la mano mientras el auto arrancaba.
Las ventanas subieron lentamente y, en el espacio cerrado del auto, mis nervios se tensaron inexplicablemente.
—Ah... qué noche tan divertida, escuchando a Sofía contar sobre los tipos raros que conoció en citas a ciegas —suspiró Mariana satisfecha, moviéndose y re