Compartimos una botella de vino entre las tres, sin llegar a embriagarnos, pero sintiéndonos muy a gusto.
Cuando estábamos terminando la cena, le mandé un WhatsApp a Lucas.
Respondió: llego en media hora.
Calculando el tiempo, nos levantamos cuando estimamos que estaba por llegar.
Sofía insistió en acompañarnos hasta la puerta, y justo cuando llegamos a la entrada del restaurante, apareció el auto de Lucas.
Ella se acercó a mi lado y susurró: —Confiesa, ¿cuándo empezó todo entre ustedes, eh?
Me hice la tonta: —¿Qué va a empezar? Creo que bebiste demasiado.
—¡Ja! ¡No te hagas!
—De verdad que no hay nada, te equivocas... —me puse seria y expliqué—. No olvides que aún no me divorcio, ¿cómo podría? Y aunque me divorciara, siendo divorciada y con mi padre en prisión, ¿cómo podría estar a su altura?
Con esto, Sofía dejó de insistir.
Evidentemente ella también sentía que la diferencia entre Lucas y yo era abismal.
—¡Hermano! —gritó Mariana al ver el rostro apuesto de Lucas cuando bajó la vent