¿¡Sergio!? ¿No era taxista? ¿Cómo se convirtió en el técnico de iluminación que tanto esperaba? Por un momento, pensé que estaba alucinando.
— Sergio, esta es la señorita Moreno —nos presentó Jairo.
Sergio me extendió la mano.
— Hola, señorita Moreno.
Su tono y mirada eran como si nunca nos hubiéramos conocido. Desde mi posición sentada, podía ver su perfecta línea de mandíbula y esa... nuez de Adán tan sexy que me había llamado la atención antes. Marta me dio un codazo suave y reaccioné, poniéndome de pie para estrechar su mano.
Nuestros dedos apenas se tocaron antes de separarse. Sergio habló:
— Señorita Moreno, termine de comer. Iré a echar un vistazo al lugar.
— No hace falta, iré con ustedes —dije, lista para irme, pero Sergio no se movió.
De repente, miró al hombre a su lado:
— Jairo, ¿ya comiste? Yo no he comido nada. ¿Qué hay para comer por aquí?
Jairo sonrió y dijo:
— Yo ya comí —luego me miró— Podemos pedir comida para llevar.
Entendí la indirecta y le dije a Marta:
— Marta,