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Adele.
Me siento tan aturdida, como si hubiera recibido un golpe en la cabeza, tan fuerte, que ahora estoy desvariando.
“No puede irse a esa manada”, me dice mi loba, tratando de que me recomponga de la anonadamiento en el que estoy, “esa es una muerte segura para él”, me recuerda y yo siento cómo se me seca la garganta y me pican los ojos.
―Esa es una muerte segura―repito como una descerebrada lo que mi loba acaba de decir, porque me he quedado sin palabras.
Unas que ahora quieren salir y gritarle, no, suplicarle a Noah que no se vaya para ningún lado y que se quede o, mucho peor, encerrarlo en su habitación, igual que lo hizo él conmigo allá en Moonlight.
Y por instinto lo tomo del brazo.
―No tienes nada qué hacer en esa manada, Noah―le digo con firmeza y no entiendo cómo, pero me doy cuenta de que estoy aferrada a su brazo ahora―te asesinarán en cuanto pongas un pie en esa manada―le señalo y él ahora se ríe de oreja a oreja.
―Te recuerdo que ellos no pueden tocarme, si aprecian