—Santiago…–su voz sonaba como pendiente de un hilo.
Estaba aun lo suficientemente cerca, sin embargo parecía que apenas y le había escuchado.
Él había movido un poco sus manos, bajándolas paulatinamente de vuelta a las de la joven. Sintió el pulso de Diana, intranquilo y trémulo. Las yemas de sus dedos temblaban y el tacto era casi gélido; un mero síntoma de desasosiego.
Entonces la realidad, la devastadora realidad le había caído encima, como un bloque de concreto.
Se había atrevido, había lanzado los dados…la maldita moneda al aire y al azar. Y esto era lo que había caído. No cara ni cruz; sino esto.
Estúpido. Estúpido…estúpido.
No tenía caso ya. Una parte enorme –si no es que toda-de su subconsciente había tomado la iniciativa y antes de eso, estaba consciente de lo que significaba "arrojarse al vacío". Shis se lo había dicho, ebrio y ahogado como una cuba, pero s