JIMENA RANGEL
Luca y Cristine hicieron todo lo posible para que estuviera confortable, incluso me pidieron que fuera a su departamento, para que ahí pudieran cuidar de mí y del bebé, pero decidí no apartarme de la sala de espera. Envuelta en el saco de Luca me quedé dormida en una de las sillas hasta que por fin una suave caricia en el brazo me despertó.
—¿Pasaste toda la noche aquí? —preguntó Sofía con una sonrisa a medias y una mirada llena de ternura.
—Pasamos… pasamos… —contestó Lucas recargado en la pared, con unas ojeras que le llegaban hasta la barbilla mientras que Cristine se mantenía de pie, recargada en su hombro, con igual o peor semblante que él—. Ya despiértate… ya llegó tu consuegra.
De un brinco Cristine se apartó de Luca, dedicándole una mirada desaprobatoria, misma que embargaba los ojos de Sofía.
—¿Podemos hablar en privado? —preguntó Sofía torciendo los ojos y resoplando a lo que yo solo asentí.
Con una sonrisa insípida, me alejé de Cristine y Luca, y después de