PIERO BERNARDI
Con minuciosidad recorrí su cuerpo con mi boca, la llené de besos tiernos, suplicantes, le rogué con mi alma que se quedara. La tomé, haciendo arder su cuerpo, disfrutando de sus suspiros profundos y sus gemidos desesperados. Torturé su intimidad con caricias suaves y movimiento lentos, para después entrar profundamente en ella, con embestidas violentas que sacudían la cama. Pude sentir la desesperación de sus dedos al aferrarse a mi piel, mientras sus muslos temblaban y su respiración entrecortada luchaba con sus deliciosos gimoteos.
Mi miedo lo convertí en lujuria y la derramé en su cuerpo hasta que este no parecía soportar más. En cada oportunidad dudé si sería correcto correrme dentro de ella, parecía una sucia trampa para que se quedara conmigo, a