SLOANE D’MARCO
—Ese es el problema con la seguridad de este pabellón. Las puertas se abren a la primera variación de luz, pero en cuanto vuelven a ser cerradas, la cerradura se traba hasta que vuelvan a abrirlas desde el punto de control.
Explicó Derek casi en un susurro mientras yo me recorría en la cama, empujándome con los talones hasta que me pegué a la esquina. Ya me imaginaba como me veía, como un animal asustado, un conejo con el corazón a punto de explotar, mientras él se mantenía atemorizante y controlado frente a mí.
Se acercó lentamente sin apartar su mirada de la mía. El aire parecía acabarse entre nosotros y un grito empezaba a formarse en el fondo de mi garganta, pero sabía que nadie lo escucharía y tal vez Derek perdería la paciencia y me torcería el cuello para callarme. Se sentó en el extremo de la cama y estiró su mano hacia mí. Al principio estaba tan aterrada que no sabía qué era lo que quería, pero después entendí que solo deseaba revisar mi muñeca.
Con temor,