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Dime, Alethia, que cuando recuperes la memoria serás capaz de perdonarme.

«El reloj marcó las seis de la madrugada cuando ella entró, como un espectro. Cuidaba cada paso que sus pies descalzos dieron, a pesar de que el alcohol le hacía tambalear.

Yo tenía once años en ese entonces.

—Ya sabes que debes entrar por la puerta trasera.

Ella dio un brinco y volteó a verme.

Yo estaba sentada en el último escalón de la sala principal, organizando mi desayuno antes de ir a la escuela.

A pesar d

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