Gran pelea
Ana, sin saberlo, acababa de meter la mano en un nido de espinas.
Él inhaló profundamente, como conteniendo algo que prefería no soltar. Intentó ser educado…Pero lo soltó igual.
-¿Quieres imaginarme? Bien. -Ladeó la cabeza apenas, la voz suave pero venenosa. -Entonces déjame imaginarte a ti ¿Cómo eras de niña?
Ana parpadeó, desconcertada.
-Te imagino -Continuó él, despacio, palabra por palabra. -Con tus lindas trenzas largas hasta los tobillos… sentada al fuego de la hoguera encendida por tu padre, mientras tu madre se ocupa de peinarte. -Hizo un gesto mínimo con la mano. -Quizás algún hermano correteando alrededor, gritando y riendo. -Una imagen normal, de una familia amorosa para cualquiera, pero para ellos algo negado e imposible de imaginar.
Ana se quedó inmóvil. La sangre se le heló.
La sonrisa murió instantáneamente.
Porque esas imágenes no eran suyas. Nunca lo habían sido. Nunca había tenido una madre peinándola de forma amorosa, ni un padre protector encendiendo