Esa mañana, luego de dejar a sus hijos en el colegio, Alanna se dirigió al Centro de Rehabilitación y apenas se bajó de su automóvil, fue abordada por dos tipos muy tatuados:
–¡Alanna! –llamó uno de ellos en voz alta.
Ella giró cuando escuchó su nombre y palideció al ver a esos descono