—No eres más que un inútil que no sabe hacer nada bien. ¡Sal de mi vista de una buena vez! —ordenó Aníbal, sin detenerse realmente a revisar ninguno de los informes llevados por Ben.
—Padre, ni siquiera ha abierto la carpeta —contestó el joven con los dientes apretados, harto de sus constantes desplantes y faltas de respeto.
—Ahora resulta que me vas a decir que hacer—lo miró de arriba a abajo, como si no fuera más que una sabandija a la que podría pisotear en cualquier momento—. ¿Quién te crees que eres, maldito don nadie?
—Me creo lo que soy, un Greiner tanto como usted —respondió con valentía. A expensas de lo que sea que pudiera hacerle Aníbal.
Ben sabía muy bien que su padre era demasiado temperamental y aquella no era la primera vez que se atrevía a menospreciarlo al punto de incluso llegar a golpearlo.
En una ocasión sus duras palabras escalaron hasta el maltrato físico, ese día recibió una bofetada de su parte, pero fue la única ocasión que recordaba; porque su madre, al e