Cap. 3.3

     Estruendos y derrumbes nuevamente comenzaron a estremecer todo el coliseo, ésta vez con más fuerza, dando a entender que la lucha comenzó nuevamente, Rosa, Renata y Youlin nunca supieron que tanto habían corrido, solo querían estar lo más lejos posible de aquel caos, como pudieron, se ocultaron dentro de un taller a unas cuantas cuadras.

     ─ Al fin a salvo─. Comenta Youlin después de haber revisado los alrededores, y haber sellado toda posible entrada. ─ Dime que ese no fue Darién ─. Masculló por fin Renata entristecida, acurrucándose en un rincón abrazando sus rodillas. ─ Hey, no es para tanto ─. Consolaba Rosa.

     Rosa había consolado en varias ocasiones a su hermana por las rupturas de sus relaciones, hombres sin corazón jugando con el de su hermana, Renata era la que más buscaban por ser tan inocente y llena de esperanza en encontrar un verdadero amor, siempre con la fe de saber que en algún lugar había un hombre honesto y bueno que aceptara su amor, pero debido a los enormes giros de su vida Rosa ya no sabía cómo animar a su hermana, no con esto. ─ (sollozo), ¿No?, él no me había gritado así antes ─. Espetó Renata con su voz quebrada. ─ ¿Qué esperabas?, es Darién, quizá solo quería ésta pelea para él solo, no sé, protegerte tal vez ─. Refutaba Rosa tratando de alentar a su hermana.

     Acercándose a ella se acuclilló y frotó su brazo, Renata coloca una mano sobre la de su hermana, en la misma mano que frotaba su hombro. ─ Así son los hombres ─. Opina Youlin. ─ Quieren lucirse en todo momento ─. Agregó, los ojos de Rosa se desvían hacia la arqueóloga con la intención de decirle con la mirada que mantuviera la boca cerrada, luego vuelve a prestar atención en su hermana con una sonrisa compasiva humedeciéndose los labios. ─ O quizá solo quería ganar tiempo ─ ¿Tiempo para qué? ─. Renata se limpia las lágrimas con el dorso de su mano sorbiendo por la nariz. ─ No lo sé ─  Pero… ─. Las dudas de Renata fueron interrumpidas por Youlin. ─ ¡Chicas!, ¡chicas!, cállense y miren ─. Youlin hizo un gesto desesperado para que se acercaran y vieran, la brújula había dejado de señalar en dirección al Coliseo, ahora apuntaba hacia a varios lugares, decidiendo que sitio nuevo señalar, Renata se tapa la boca horrorizada, era imposible que su Nefilim hubiera muerto, su Darién, Renata cae al suelo de rodillas en shock.

     Una sonrisa se curva en los labios de Lenaya. ─ ¿Ocurre algo, su alteza? ─. Pregunta Darlen frunciendo ligeramente el ceño, intrigada, toda la corte se encontraba en la sala de juntas discutiendo nuevos puntos sobre las defensas y los avances de Nuevo Éxodo. ─ No, no es nada, no me hagas caso. Wyatt, ¿Qué me decías al respecto del proyecto Nuevo Éxodo? ─ Wyatt se aclara la garganta. ─ Su majestad, debido al caos que enfrenta el mundo, estamos enviando diversas tropas por todo el mundo acompañados de algunos capitanes tanto Nefilim como Eternas, para la escolta y supervivencia de los refugiados restantes de regreso, recuerde… ─. La mano de Lenaya se levanta para acallarlo un momento, se inclina hacia adelante apoyando un codo y un brazo sobre la mesa mostrándose muy pensativa, levanta un dedo agitándolo ligeramente al aire con los ojos algo entornados en un puesto vacío.

     ─ Perdona que te interrumpa, pero… ¿Dónde coño está Caroline?, ella debería estar aquí ─. Todos quedaron en silencio, meditabundos, nadie lo sabía, luego de soltar su pregunta, enarca una delineada ceja como considerando algo al respecto, nuevamente entorna la mirada en el puesto de Caroline, se encoge ligeramente de hombros. ─ Prosigue, Wyatt ─ Gracias, su majestad. Como le venía diciendo, recuerde que la supervivencia de su pueblo… ─.

    

     Caroline caminaba prendida del brazo de José, conversando de todo un poco, otra salida más, la cuarta en lo que iba de semana, y por más que no querían admitir, la pasaban bien juntos, nunca dejaban de hablar, siempre tenían cualquier tema que debatir o anécdotas que compartir, para José, Caroline estaba bellísima, unos Jeans negros ajustados, una playera azul oscura con motivos de hojas otoñales cayendo, chaqueta negra de tela aterciopelada muy a la moda que solo cubría la mitad de su espalda, y unos zapatos deportivos a juego, pero su conversación tornó un giro brusco por una pregunta de José que hizo que se detuviera en seco con el ceño fruncido. ─ ¿No crees que deberías estar con Lenaya? ─ Bueno… hm… si, pero… ─ Te traerá problemas si no participas en sus juntas ─ Pero es que… ─ Eres su consejera de alta confianza, su mano derecha ─ Si claro, pero… ─ Deben ser de suma importancia sus juntas y tu… ─.

     Los sermones de José se apagaron colocando Caroline un dedo en sus labios con una media sonrisa, reprendiéndolo con la mirada. ─ ¿Y tu no deberías también estar allí?, eres el embajador de la Corte Celestial ─ Pues claro, pero… ─ No te preocupes, ella me pondrá al tanto luego y asistiremos a la próxima junta ─ Eso lo entiendo pero…─. Caroline vuelve a colocar un dedo en los labios volviéndolo a callar, por un latido, Caroline, por la suavidad de los labios de José, no solo tuvo la tentación de acallarlo con su dedo, sino con un beso, parpadea sacando de su mente esas ideas. ─ Sin peros, además, puedes ver ésta salida como una… ─. Caroline se queda unos segundos pensativa, mirando hacia arriba, buscando las palabras apropiadas. ─ Una… una… una reunión extraoficial, diplomática entre benditos y Renatzeres ─ ¿Renat… Qué? ─  (ligera carcajada), Renatzeres, es lo que nos caracteriza, es… es… ¿Cómo te lo diría?, es todo lo que somos, es el reino de Lenaya, su gentilicio, su pueblo, nosotros, y es parte de lo que llamamos en nuestra lengua común, o proto-lenguaje si lo prefieres llamar así ─ No tiene sentido ─ Por eso, para los demás no tiene sentido, pero para nosotros si ─.

     Caroline abre sus brazos en ademán de demostrar la envergadura del significado de su explicación, José asiente en comprensión. ─ Ahora, ¿En que estábamos? ─. Una sonrisa traviesa se cruza en los labios de José. ─ En que si no cumple con sus deberes, señorita Lidell habrá castigo ─.

     Colocando sus manos en sus caderas, Caroline levanta su barbilla y amplía su sonrisa en gesto desafiante, esperando cuál será su castigo. ─ Te haré comer pizza de la nevera recalentada del microondas ─. Caroline levanta un dedo en advertencia. ─ No, José, ni se te ocurra, eso es asqueroso ─ Asqueroso y eres una Succubus ─. Caroline señala con un dedo acusador. ─ Eso es otra cosa, así que… ─ Te voy a amarrar y te comerás toda la pizza ─. José comienza a dar pasos lentos hacia Caroline con una sonrisa traviesa y maliciosa, Caroline retrocedía advirtiendo, ampliando aún más su sonrisa, José le advierte que si corre será peor, aun así Caroline hizo caso omiso y se enfiló a la carrera, José la persigue por todo el parque, rodeando una fuente, ambos parecían dos niños pequeños jugueteando a perseguir, y se sentía de maravilla, ambos se sentían… vivos, el mundo eran ellos y nada más.

     Corrieron por un largo rato, risas y más risas, Caroline esquivando los intentos de José de atraparla, en la persecución, José la toma por la cintura y ambos caen rodando por el césped, riendo a carcajadas, Caroline queda debajo de José, con unas cuantas hojas secas enredadas en su cabello, ambos con la respiración agitada, sus risas van desapareciendo, dejando que un silencio reconfortante y cómodo los abrumase y sus miradas se fundieran con el silencio, José le aparta unos mechones de su cara y le acomoda unos flequillos de su frente, Caroline acaricia la mejilla de José, y lentamente sin decir una palabra y sin que ellos se dieran cuenta se sumergen en un tierno beso que les hizo olvidar el tiempo y el lugar, solo eran ellos en un mundo aparte, aquellas sensaciones fueron nuevas para Caroline.

     Algo explotó en su pecho, haciendo que su corazón se acelerara, una electricidad que le recorrió todo el cuerpo, no era una mala sensación, era excitante, emocionante, casi adictivo, tanto que apartó a José bruscamente, ella se sienta con la respiración agitada, se colocó una mano en el pecho, su corazón galopaba como un colibrí, no podía decir una palabra, ni siquiera pensar, su mirada perdida reflejaba su confusión.

     ─ De… debo, debo irme ─. Fue todo lo que dijo entre tartamudeos al momento de levantarse, sacudiendo las hojas de su trasero y cabello, José se mostraba algo confundido, ¿Qué había pasado?, para cuando José intentó decir algo, Caroline desapareció en una nube negra y cenizas.

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