Cap. 26.1

Renata no supo cuanto habían caminado, tampoco le importaba, tanto que ver, muchos parajes y paisajes remotos muy hermosos, lástima que no tenía una buena cámara, echó un vistazo al sable que le había dado Darién antes de salir aquella granja, ahora colgando de su cintura, en el instante que la pudo ver bien quedó fascinada cuando caminaban entre los bosques apreciando el silencio y el calor de su mano, soltó de su mano solo para apreciar la espada aun más, la detalló con mucho cuidado, el acabado de la vaina y la empuñadura, sus ornamentos y brocados únicos, entre negro y dorado, cuando la sacó de su vaina quedó boquiabierta, la hoja negra muy similar a un cristal, brillante, y tan delgada, parecía que se rompería con un ligero golpe, probó su dureza, tan dura como debía ser una espada, con un tallado en la hoja, unos símbolos que parecían ser antiguos, no entendía nada de lo que decía, pero le daban un estilo exquisito.

Deslizó un dedo en la hoja. ─ ¿De quién es? ─. Pregun
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