Andrés no contradijo sus palabras, simplemente se acercó y aflojó un poco la corbata.
Sus dedos se rozaron involuntariamente, ambos fríos como el hielo.
Sonia ya estaba acostumbrada, pero los dedos de Andrés se encogieron ligeramente, aunque rápidamente actuó como si nada hubiera pasado, solo ajustando la presión de la corbata.
—¿No dijiste que me llevarías a hacer un chequeo prenatal? —preguntó Sonia—. ¿Cuándo iremos?
Andrés la miró lentamente.
Sonia le devolvió la mirada, sus ojos mostraban sinceridad y calma, completamente diferentes de la furia y el resentimiento del día anterior.
De repente, Andrés sonrió.
—Otro día, estoy muy ocupado estos días —dijo.
—Yo podría ir sola...
—No es posible —Andrés interrumpió directamente, inclinándose hacia ella con una mirada penetrante—. Nini, lo sabes bien, en este momento, no puedo dejarte libre.
—¿Cuánto tiempo vas a mantenerme atada aquí?
—Hasta que realmente quieras quedarte —mientras hablaba, Andrés colocó suavemente su mano en la mejilla