—¿Todo arreglado?
Notando el extraño estado de ánimo de Sonia, Leandro esperó hasta llegar a Piedra Alta para preguntarle.
Sonia aún parecía distraída, pero asintió levemente.
—¿Todavía no te sientes bien?
Leandro extendió la mano para tocarle la mejilla.
Este movimiento repentino asustó a Sonia, que se tensó ligeramente. Pero antes de que pudiera apartarse, Leandro ya había retirado su mano.
—Al menos no tienes fiebre —dijo retrocediendo dos pasos—. Pero deberías descansar más.
Sonia asintió, pero antes de entrar a su habitación, se volteó y le dijo:
—Gracias.
Leandro arqueó una ceja.
—Cuando estabas con Andrés, ¿también le agradecías tan seguido?
Sonia no esperaba esa pregunta y no supo qué responder.
—De hecho, me da curiosidad —continuó Leandro—. Si esta noche Andrés no hubiera aceptado tus condiciones, ¿realmente habrías ido a la policía?
—Yo... sí —respondió Sonia.
Pero su voz sonaba débil, como si ni ella misma tuviera mucha confianza en sus palabras.
Leandro la miró y sonrió.
—