Lucía
El frío de Rusia cala hasta los huesos. Han pasado más de siete días desde que llegué aquí y aún me cuesta acostumbrarme. Pero no es el clima lo que me tiene así, sino la incertidumbre, la sensación de estar suspendida en el aire, sin saber qué hacer con todo lo que ahora sé.
Dimitri y Frédéric han estado ocupados con asuntos de la Bratva, lo que me ha dejado con demasiado tiempo para pensar. En las noches, cuando me acuesto en esta lujosa habitación que se siente ajena, mi mente no deja de repetirme la misma pregunta: ¿Qué sigue para mí?
No quiero ser un peón más en este mundo, no quiero ser la mujer indefensa que necesita ser rescatada. Estoy cansada de sentirme vulnerable. Si hay algo que he aprendido en esta vida es que las personas fuertes no esperan a que alguien las salve, ellas se salvan solas.
Por eso, cuando Frédéric menciona el entrenamiento, no dudo en aceptar. Quiero aprender a defenderme, quiero ser capaz de enfrentarme a cualquier amenaza sin depender de nadie.
—Ma