Dante
No me busques.
Ya no necesitamos que nos cuides.
Las palabras se repiten una y otra vez en mi mente al tiempo que la furia se va cocinando a. Fuego lento en mi interior, hasta que finalmente sale expulsada como un venado al.
Con un grito de furia, golpeo la mesa con tanta fuerza que las cosas encima rebotan.
La furia me quema por dentro, como un incendio imposible de sofocar. Respiro agitado, con la mandíbula apretada, sintiendo que mi control se resquebraja como un vidrio a punto de romperse.
Lucía acaba de decirme que me olvide de ellos. De ella. De Nico.
No.
Me paso las manos por el cabello con frustración, sintiendo que el pecho me oprime de una forma que no puedo explicar. No es solo rabia. Es algo más profundo, más visceral. Es desesperación.
No puedo perderlos.
No puedo perderla. No a ella, a Nico.
Mi teléfono, que ya está destrozado contra la pared, no puede salvarme. No puedo llamarla. No puedo escuchar su voz otra vez. No puedo hacerle ver que no tiene der