Simón miró con desprecio a Severo y dijo: —No estoy inventando historias, María y los demás lo vieron con sus propios ojos, también fueron víctimas.
—Sí, ellos fueron los que destrozaron nuestro dormitorio y nos amenazaron, puedo dar fe absoluta de ello.
—Yo también puedo dar fe de eso.
Sus compañeras de cuarto se apresuraron a hablar, valientemente al instante se levantaron.
Severo comenzó a sentirse un poco desesperado.
No esperaba que María y los demás se atrevieran a desobedecer de esta manera.
De repente, habló con gran ferocidad: —¿Acaso ustedes no quieren seguir en la escuela?
Simón se levantó de golpe al escuchar esto y exclamó furioso: —Severo, ¿no es vergonzoso para ti y tus secuaces amenazar a unos cuantos estudiantes? ¿Esto es claramente un abuso de poder?
—¿Qué estás diciendo? ¿Quién te crees que eres? — respondió Severo sin demostrar debilidad.
No podía creer que en su propio territorio no pudiera controlar a María y a este simple joven.
Hubo un sonido nítido de un fuerte