Eleuterio se rio fríamente: —Debería ser así. Aquí, el cielo es alto y el emperador está lejos. Uno tiene dinero y el otro tiene poder, manipulan a su antojo, engañan a todos, no hay nada bueno en ellos.
Simón dejó caer los cubiertos y dijo: —Adonis, terminen de comer y regresen a descansar. Nosotros vamos a ocuparnos de algunos asuntos.
—Tenga mucho cuidado,— expresó Adonis con cierta preocupación.
Simón asintió: —Puedes estar tranquilo.
Después de decir eso, Simón y Eleuterio se levantaron y se dirigieron en coche hacia el ayuntamiento del pueblo.
En poco tiempo, llegaron y observaron las fotos en la pared.
El líder del pueblo se llamaba Gael Rodríguez. Simón reveló directamente su identidad y el personal de recepción les pidió que esperaran en la sala de recepción mientras se encargaban de informar.
Poco después, el personal de recepción llevó a los dos a una sala de reuniones, donde Gael, con una gran barriga y una taza de café en la mano, hizo su entrada.
—¿Ustedes son del grupo