La expresión de Ivette también se tornó desagradable.
Pero rápidamente sonrió y dijo: —Solo estaba bromeando, en realidad no me interesa mucho esta cosa. Si la quieres, llévesela.
Constantino refunfuñó fríamente y se volvió.
Simón sonrió a carcajadas, saltó al lago, agarró el Huevo del Dios de la Sangre y lo arrojó directamente al medio plano, luego regresó de nuevo a la orilla.
En ese momento, los tres se acercaron a Sarita.
Sarita se había transformado en una mujer muy delgada y hermosa, pero con un rostro pálido y ropas desgarradas, solo le quedaba aliento.
—¿Aún estás viva? — Ivette preguntó muy sorprendida.
Constantino suspiró y dijo: —Morirá en cualquier momento.
En ese momento, Sarita miró a los tres y dijo: —Finalmente puedo liberarme, gracias a ustedes.
Después de decir eso, cerró lentamente los ojos y al instante dejó de respirar por completo.
Simón frunció el ceño al mirar el cadáver de Sarita, reflexionando en silencio.
Ivette preguntó: —La Cofradía de Esqueletos ha sido to