Capítulo 1230
Cada persona tiene su propio destino.

En ese momento, la chica rompió el silencio y preguntó muy ansiosa: —¿Cómo debo llamarlo, hermano mayor?

—Me llamo Simón Palacios.

—Entonces, hermano Simón.

La sala volvió de nuevo a sumirse en el silencio.

Después de un largo rato, Fabiola, sentada con la espalda recta y la cabeza baja, comenzó a hablar pausadamente: —Yo escapé de las montañas.

—¿Escapaste? — preguntó Simón, algo intrigado.

Fabiola sonrió de repente y dijo: —Sí, puedo ver que usted es una persona muy importante. Tal vez piense que gente como nosotros es algo ridícula.

—Yo no pienso eso, no me malinterpretes.

Fabiola no respondió a su ligero comentario, parecía haber encontrado un oyente en quien desahogarse.

Su discurso era más una confesión que una verdadera conversación.

—Las profundidades de las montañas son muy pobres, más de lo que podrías imaginar.

—¿Allí, no había suficiente comida?

—Peor que la falta de comida es la pobreza espiritual, que es aún más aterradora.

Simón se
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