La chica miró a Simón aterrada y dijo: —¿Puedes llevarme contigo?
—¿No tienes miedo de que sea una mala persona? — Simón sonrió con gracia.
La chica negó con la cabeza y le respondió: —No pareces ser una mala persona.
—Los malos no suelen admitirlo, — bromeó en ese instante Simón.
Pero la chica no respondió a su comentario.
Simón se sintió un poco incómodo y, después de un breve momento, dijo: —¿Sabes a dónde voy? ¿Vas a seguirme sin más?
—Pues, en realidad no tengo a dónde ir, ni dinero para comer, — dijo la chica con la cabeza baja.
Simón frunció el ceño, y tras una breve pausa, respondió: —Entonces, ven conmigo por ahora.
La chica siguió a Simón, recorrieron varias calles hasta llegar al hotel.
Los huéspedes y el personal del hotel miraban de arriba a abajo a la chica, que parecía una mendiga, con curiosidad.
Simón no les prestó atención alguna y la llevó a su suite presidencial. Entró directamente en el baño, abrió al instante la ducha y dijo: —¿Cómo te llamas?
—Me llamo Fabiola Fo