Simón respondió indiferente: —He entrado de contrabando.
—¿Contrabando? ¿Eres policía, acaso? — Xiomara retrocedió tan solo unos pasos, sacó su pistola y apuntó a Simón con verdadero un aire asesino.
—Supón lo que quieras, no me importa en lo absoluto. — Simón respondió con calma.
El dedo de Xiomara se movió lentamente hacia el gatillo.
Pero en un solo instante, Simón gruñó y extendió su gran mano con agilidad hacia Xiomara con una fuerza bastante abrumadora.
Justo en ese momento, una figura ágil se lanzó y golpeó a Simón con un fuerte puñetazo.
Sus puños chocaron con un estruendo aterrador, retrocedieron unos cuantos pasos y se miraron fríamente.
El hombre que había atacado tenía unos cuarenta años, robusto y de baja estatura, siempre había estado al lado de Xiomara.
En términos de fuerza, también era un verdadero experto en el pináculo del reino espiritual.
Esta escena dejó por completo a Mauricio pálido de miedo.
Ofender a Xiomara significaba una muerte segura para él.
Y ese hombre,