Diez minutos más tarde, se escucharon algunos sonidos de respiraciones entrecortadas provenientes de la habitación de al lado. El doctor Toran sacudió la cabeza, resignado, y luego procedió a abrir el panel de control central del robot Raxor, extrayendo asi de él un metal especial.
Suspiró de repente, y arrojó la pieza a la basura.
Desde tiempos antiguos, muchas personas habían estado desarrollando robots, y entre ellos, algunos se habían dedicado a crear robots asesinos. El doctor Toran sabía a la perfección que una de las mayores debilidades de estos robots asesinos era que el sistema de control central no podía mantenerse estable de forma continua.
La razón era simple: un robot asesino necesariamente se vería expuesto a ataques públicos, enfrentándose y poniéndose al descubierto con los humanos. Un robot de este tipo recibiría distintos tipos de ataque, y aunque su cuerpo pudiera estar hecho de materiales especiales para resistir estos golpes, las vibraciones generadas por los impac