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 Leonardo, mientras levantaba unas pesas haciendo bíceps, escuchó su teléfono sonar insistente hasta que tuvo que tomarlo.

—:

—Hola — preguntó confundido.

— Señor, la encontramos.

Leonardo, sin comprender demasiado, dijo: ¿A quién encontraron? — preguntó sin entender.

— A Emma, tiene que llegar a la oficina.

—Enseguida voy — comentó Leonardo.

Por primera vez en tres largos años, casi cuatro, le decían algo así. Ahora se sentía muy confundido. Sintió que pisaba nubes mientras caminaba hacia los baños, se dio una ducha muy rápida y finalmente se vio listo en el espejo. En ese instante, nunca hubiera pensado que algo así podría llegar a ocurrir.

Nervioso, salió corriendo del gimnasio. Ignacio

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