A Waylon lo despertaron los golpes en la puerta.
¡Toc, toc, toc!
El hombre abrió los ojos todavía adormilado, y escuchó de nuevo los sonidos insistentes.
¡Toc, toc, toc!
— ¡Qué carajos!
Se enderezó, dejando caer al suelo la manta que lo cubría cuando vio el movimiento de las sombras bajo la puerta.
— ¡Waylon! ¿Ya estás despierto? —La voz de Walter estaba del otro lado.
El heredero explayó los ojos al sentirse prácticamente atrapado en su farsa.
— ¿Waylon? Si no abres tú, ¡Lo haré yo!
El hombre tomó la manta y la lanzó apresuradamente bajo la cama, y de dos movimientos se deslizó con cuidado bajo las sábanas, acomodándose junto a Lara y empujándola con suavidad, solo un poco, para hacerse un espacio.
La joven dio un respingo al sentir las grandes manos de Waylon sobre su cintura y casi quedó sentada de la impresión.
— ¿Qué haces en la cama? — soltó del susto.
La sabana se deslizó de su cuerpo, dejando sus pechos descubiertos y apenas vestidos con la pequeña blusa de tirantes y encajes