Walter observó el espectáculo de soslayo, y sintió compasión por la rubia cuando el caracol pasó derrapando a escasos centímetros de su plato.
Había descubierto que la chica no era de “sangre azul” desde que la vio, y eso le simpatizó.
Siempre le preocupó que Waylon se codeara solo con gente con status inalcanzable para el resto de los mortales, y que eso eventualmente lo endureciera y lo convirtiera en un hombre despreciable e inhumano, un riquillo déspota.
Pero que su prometida no fuera del círculo de personas que usualmente frecuentaba, le traía a Walter un poco de paz. Tal vez no todo estaba perdido para su hijo, aunque Rowdy se empeñara en decir lo contrario.
El viejo Scott levantó la vista para ver a la rubia en shock. El rostro pálido como un papel, los labios sin color alguno, y las manos trémulas le hicieron sentir que había ido muy lejos al pedir que prepararan ese menú especialmente, y no otro.
—Ja, ja, ja — Walter dejó salir en tono despreocupado y familiar — Lara, cambia